Las uvas

No había colegio, y teníamos tiempo libre, no sabíamos qué hacer. Los mayores estaban cansados: «Vete a la cama, has trabajado». «No pasa nada, un día es un día». «Saca las cartas, ¿tienes dinero?, coge la hucha». «Mañana jugamos un partidillo con el balón nuevo». Hacía mucho frío, pero corriendo entrabas en calor. Los abuelos te miraban, pensativos, emocionados, les costaba comer, siempre con sus recuerdos. «¿Qué me traerán los reyes? Nunca aciertan, aunque siempre cae algo bueno». «¿Cómo lo harán? Los reyes». «No lo pienses, es magia, todo es magia. Que estemos todos aquí, y nunca falte nadie, y haya de todo».

«Qué pereza. Otra vez Navidad. Cuánta hipocresía». «Creo que esa chica me gusta, voy a decírselo, cuando pase todo este tinglado». Y un año llegabas bebido, aparentando normalidad, y alguien te miraba, con una sonrisilla. «¿Dónde está ese? Este año no viene. No pasa nada, los de casa aquí seguimos». «Yo paso de uvas, qué tontería, mira tu madre, todavía las come, con ilusión, como el primer día». «Debiste darle las gracias, se ha matado a cocinar». «Ojalá estuviera el abuelo, se enfadaría, me hacía gracia». «Lo importante son los niños, que ellos sean felices, mira sus caras». «Hay que ocultar los fantasmas. Confiar en que no afloren. Y sonreír. Y comerse las uvas».