Secciones
Servicios
Destacamos
Con más cautela que nieve, Davos reunió de nuevo a esa mezcla de ejecutivos y gobernantes que es su mayor valor. Jugando con las palabras cabe decir que el foro no ejerce de faro, porque rara vez se anticipa, pero suele señalar dónde nos ... duele, aunque no pueda ir muy lejos en su solución. Fiel a ello, alertó para 2023 sobre los riesgos de un mundo fragmentado y puso el acento en la cooperación, justo ahora que el orden multilateral se tambalea y la globalización se regionaliza, porque, en dos palabras: si no me fío de mi proveedor lejano prefiero comprar más cerca, aunque sea más caro.
La cumbre se ocupó de los retos actuales: geopolítica y Ucrania, inflación, energía, desigualdad y peso de la democracia en el mundo. Trataremos de repasarlos. En la primera, las dos grandes economías, estadounidense y china, se desacoplan, lo que pasa factura a la gobernanza de los asuntos globales con una guerra que se alarga, con Occidente tratando de acordar el envío de los tanques que Ucrania reclama. Por nuestra frontera sur, Argelia y Marruecos se miran raro y por el Pacífico la tensión en Taiwán permanece. India busca su nuevo lugar y sigue pendiente el anhelo europeo de encontrar su autonomía; pero su líder Alemania bastante tiene con cambiar en un tiempo récord sus estrategias en tres asuntos clave: la seguridad, la economía y la energía.
Para la primera, había subcontratado la seguridad de EE UU pero ahora apuesta por incrementar sustancialmente el gasto militar. En su economía, duda de si podrá mantener su gran apuesta exportadora en China. En tercer lugar, la energía barata procedente de Rusia, que había cimentado una gran parte de su crecimiento, no resulta hoy factible. Por eso, de cómo vaya gestionando Alemania ese triple salto mortal dependerá también el futuro de Europa, que comparte retos similares.
En cuanto a la economía, el FMI trasladó su informe anual, que luego ganó optimismo con la mejora de la inflación y del coste de la energía, pero menciona varias razones para la cautela. La primera, calificada suavemente como «accidente de deuda», porque existe el miedo a que los mercados rechacen financiar a un Estado por su elevada deuda pública. La segunda, la inflación aún asusta, lo que lleva al BCE a seguir apostando por subir el precio del dinero. La tercera razón reside en la incógnita china, porque puede ocurrir que, tras relajar las medidas sanitarias, se dispare el crecimiento y con ello la demanda de crudo y gas, elevando sus precios. O, todo lo contrario, que el contagio masivo reduzca la actividad, el inmobiliario se desmorone y el crecimiento chino se ralentice aún más, como augura Soros.
Davos ratificó la apuesta por la transición energética, aunque voces autorizadas piden más realismo. La cumbre desató un cisma entre estadounidenses y europeos, porque flota en el ambiente que el millonario plan de EE UU para favorecer su economía verde pueda provocar que sus productos obtengan ventajas en el mercado, animando además a las empresas europeas a ubicar allí sus inversiones verdes. Para compensarlo, la UE planea apostar por un nuevo paquete financiero que puede acabar nutriéndose de los actuales fondos europeos de recuperación; todo un aviso para navegantes, especialmente para Estados con bajo nivel de ejecución de los fondos comprometidos. En todo caso choque de trenes y diversidad de modelos, porque el plan de EE UU, 'Inflation reduction Act', se basa en desgravaciones fiscales y los fondos Next Generation europeos, en subvenciones.
También sobrevoló por los pasillos la creciente desigualdad, que la tecnología digital agranda, con críticas de fondo para las compañías tecnológicas, que no atraviesan su mejor momento. La gran paradoja es que ahora nuestra nueva normalidad global parece ser una vuelta a los problemas básicos que creíamos resueltos: virus, energía, alimentos y seguridad.
En cuanto al valor de la democracia, como sistema político dotado de un mayor valor moral, cabe preguntarse cuánta gente lo comparte y si vamos ganando o perdiendo, porque parte del globo cree que Occidente ya no tiene las respuestas, solo la suficiencia. El indicador de las votaciones en el seno de la ONU tampoco nos favorece y la censura de la invasión rusa no parece ser compartida por los Estados que suponen la mayoría de la población mundial.
Como conclusión, se ha acabado lo que había y no ha empezado lo que viene. Sin saberlo, inauguramos una nueva era en la que las cartas se reparten de nuevo, con ganadores y perdedores. Por ello y pese a las críticas sobre la 'frivolité' e inutilidad de la cumbre, creo que Davos aporta un encuentro útil de dirigentes de lo público y lo privado y solo por eso merece la pena. Pero también resulta obligado analizar el contraste entre el elegante silencio suizo de la montaña mágica de Davos y el ruido que se viene gestando en la sociedad. Un murmullo de desafección que va ganando adeptos; un murmullo audible y creciente, que debe ser atendido.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.