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Leo en este periódico la rigurosa crónica que Javier Gangoiti hizo de un reciente Pleno municipal de Torrelavega. En la misma página, en una ... esquina, acota un detalle de la misma que por su tamaño parece que va a reseñar una anécdota. En ella da cuenta de los insultos que ser dedicaron en la sesión varios miembros de la Corporación a propósito de un tema: un reconocimiento extrajudicial de crédito. Un rifirrafe que encadenó las desagradables palabras que se vertieron. No merece la pena reproducir lo que se dijeron ni quienes lo dijeron. Afortunadamente no es un hecho habitual, pero no deja de ser desagradable y da una imagen triste de lo que debe ser el debate entre partidos diferentes, entre contrarios. Ya sé que habrá quien piense que en el fragor de las discusiones a veces surjan palabras gruesas. También es muy importante el tono y el gesto que acompañe a las descalificaciones.
Pero en cualquier caso no justifica ese tipo de intervenciones. Probablemente si las sesiones fuesen secretas y no se diera información de las mismas, lo cual iría contra el espíritu de la democracia, todo quedaría en el campo de juego, como dicen los futbolistas cuando se agreden verbal o físicamente. Pero esto es muy distinto. Hablamos de representantes de los ciudadanos, elegidos por ellos, y se debe saber cómo nos representan. Durante la Transición, la corporación torrelaveguense tuvo una presencia de partidos políticos de signos claramente diferenciados. El tono de respeto que hubo fue ejemplar y eso que hubo temas de discusión frontal. Verbalizar con inteligencia y respeto es imprescindible en democracia. Esperemos que el espíritu alegre de las próximas fiestas patronales favorezca el diálogo imprescindible.
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