Otra década en blanco
Los objetivos marcados por nuestros propios dirigentes no se han cumplido y se extiende una sensación de parálisis
Manuel Ángel Castañeda
Domingo, 5 de enero 2020, 07:57
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Manuel Ángel Castañeda
Domingo, 5 de enero 2020, 07:57
La segunda década de este siglo XXI concluyó con el fin de los doce meses de 2019. Ahora, entramos en los años veinte que, con ... suerte y sentido común, serán tan felices como los 'locos veinte' del pasado siglo. Y este fin de década es momento oportuno para realizar un balance, aunque sea somero, sobre los logros alcanzados y las promesas incumplidas. Diez años es un periodo de tiempo suficiente para obtener una visión con la perspectiva adecuada. El análisis, para ser objetivo, requiere comparar los datos de Cantabria con los de la media española, para ver hasta que punto nuestra región progresa con el ritmo adecuado en un mismo marco económico y político.
Un primer balance de esa última década conduce a una conclusión: Los objetivos marcados por nuestros propios dirigentes no se han cumplido y se extiende una sensación de parálisis. Durante estos últimos diez años Cantabria no ha logrado revertir la tendencia a la baja respecto de la media de crecimiento en España. Es más, la escasa inversión en infraestructuras y la debilidad en las aportaciones del Gobierno de España agrava la tendencia iniciada en los últimos años del franquismo, de caída de nuestra región en la lista de renta per cápita. De los gloriosos puestos entre las diez primeras provincias de España, a situarnos por debajo del veinte.
Basta con acudir a la hemeroteca para ver como una buena parte de las iniciativas se han frustrado: desde la Ciudad del Cine hasta el 'Proyecto del siglo', con un centro de enseñanza del español en Comillas, pasando por la más reciente liebre mecánica: la reapertura de la mina de Zinc en la comarca del Besaya.
Si estimulamos la memoria podemos recordar las veces que nos han informado los diferentes gobernantes de la inmediata aprobación del proyecto arquitectónico del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC) o de la misma situación para transformar el edificio del Banco de España –triste monumento al lucro cesante– en la sede de un centro asociado al museo Reina Sofía-Archivo Lafuente.
En cuanto a las infraestructuras básicas los años transcurren sin apenas avances. La conexión directa por autovía con la Meseta no progresa y, aun restan unos cuantos años para que entre en servicio la autovía que conectará Aguilar de Campoo con Burgos, para que, de una vez, nuestra comunidad disfrute de una vía de comunicación adecuada con el interior de España. Del ferrocarril mejor no hablar: los incidentes, tanto en las cercanías como en el acceso a Madrid, son constantes. Únicamente se registran avances en los proyectos para ampliar la vía AVE desde Palencia hasta Reinosa… pero por ahora son ligeros logros sobre el papel. Por desgracia, los cántabros tenemos la experiencia reciente de una obra publicada en el BOE y que, justamente el día de la colocación de la primera traviesa, se anuló… y hasta hoy. De nuestra tierra se llevaron unidades de tren para atender a Cataluña, en una operación paradójica en la que una comunidad como Cantabria, con pocos recursos, acudía en ayuda de otra mucho más rica.
Por una parte, y a pesar de casi cuarenta años de autonomía, la mirada sigue puesta en Madrid, como si el sistema descentralizador no sirviera para nada. Pero en lo que propiamente nos atañe las cosas no han ido mucho mejor. El problema de las viviendas habitadas, con sentencia de derribo, permanece en el mismo estado, después de veinte años. Los afectados ven como pasa el tiempo mientras permanecen atrapados en unas casas que no pueden vender, que han perdido su valor y que están amenazadas con el derribo. Hace días, Alberto Cuartas, escribía, en estas mismas páginas, unas reflexiones sobre esta situación absurda en la que los errores de políticos y técnicos terminan pagándolos propietarios que adquirieron sus residencias de buena fe y con toda la documentación en regla. ¿Puede existir una inseguridad jurídica mayor?
Respecto de asuntos tan importantes como la generación de energía no se experimentan cambios en estos dos últimos lustros: Ni un nuevo parque de generación eólica, el fracking permanece proscrito y de construir algún pantano –el de la cabecera del río Pas estuvo en estudio– nada de nada. Respeto de la energía fotovoltaica tampoco se ha producido avance alguno.
El polígono de La Pasiega, un puerto seco para potenciar el tráfico en los muelles de Santander, permanece en la fase de proyecto y si todo avanza a la misma velocidad que hasta ahora, pasarán muchos años antes de que la idea –buena idea– se convierta en realidad.
Es cierto que habido avances: las obras para mejorar la carretera de acceso a Liébana han culminada su primera fase, se han llevado a cabo mejoras en el puerto de Santander y los trabajos para el nuevo cruce de autovía en Torrelavega avanzan lentamente… pero avanzan. En esa última década se puso en servicio el nuevo hospital Valdecilla con unas instalaciones excelentes y un equipo de profesionales competentes y en vanguardia de las nuevas técnicas. También, fruto de la iniciativa privada, Santander cuenta con el Centro Botín que es ya una imagen vinculada a la ciudad. Un referente cultural creado por el Banco Santander y que padeció la oposición de algunos colectivos, poco numerosos pero muy ruidosos. La iniciativa privada logró construir la Universidad Europea del Atlántico, que ya cuenta con unos miles de estudiantes, y un importante laboratorio farmacéutico ha inaugurado nuevas instalaciones… También se iniciaron las obras del museo Enaire, en la zona de San Martín y han comenzado las obras del puerto deportivo de San Vicente de la Barquera, con la habitual oposición de los autodenominados progresistas, que en vez de estar impulsando el progreso ejercen de conservadores. La lista de logros y decepciones es larga y sigue pendiente para este año 2020.
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