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En 1947 la jovencísima princesa Isabel hizo una promesa muy sencilla. «Declaro ante todos ustedes que toda mi vida, ya sea larga o corta, estará dedicada a su servicio». Ayer, líderes de todo el mundo estuvieron en Londres para unirse a los millones de británicos ... que quisieron rendir el último homenaje a una mujer que cumplió con creces la promesa que hizo.
Pero ahora comienza un nuevo capítulo en la historia de la monarquía británica y la sucesión trae muchas incertidumbres tanto para el nuevo rey Carlos III como para toda la nación británica. Mientras que Isabel proporcionó un elemento importante de continuidad, estabilidad y solidez, ahora existen algunas incógnitas importantes para el futuro de la Corona y del Reino Unido.
El reto apremiante del nuevo rey será establecer una conexión más profunda y duradera con el pueblo británico. Durante su largo reinado, Isabel II se fue ganando el cariño de muchos y, a pesar de algunos momentos altamente complicados, en sus últimos años gozó de una popularidad abrumadora. Todas las encuestas indicaban un apoyo amplio con el resultado de que ocho de cada diez británicos decían tener una impresión muy favorable de la reina. Para el nuevo rey los datos no son tan alentadores, en concreto entre los jóvenes. Según las últimas encuestas, sólo uno de cada tres encuestados opina que Carlos será un buen rey y, con más de 73 años, el tiempo que le queda para mejorar su imagen se le está agotando. La nueva reina consorte, Camila, tiene una tarea aún más difícil por una sencilla razón: no es Lady Di. La primera esposa de Carlos, la joven Diana Spencer, murió en un trágico accidente hace ahora 25 años. Desde entonces, se ha convertido en uno de los iconos del siglo XX y sigue siendo para muchos británicos la Reina de Corazones con la que Camila no puede competir.
La debilidad relativa de Carlos, comparada con el estatus de su madre, tendrá consecuencias para su influencia en varios ámbitos dentro y fuera del Reino Unido. La reina Isabel se mantenía como un punto fiable del Estado británico mientras que, en los últimos tiempos, se han puesto a prueba muchas de las otras instituciones.
La fragilidad actual del sistema parlamentario es más que evidente. La primera ministra, Liz Truss, elegida solo por los militantes de su partido y no por el electorado británico, es la cuarta inquilina de Downing Street en apenas seis años. Tantos cambios, en un periodo tan corto, revelan unas fisuras y divisiones en el seno de la política británica que no tienen precedentes.
El factor más importante en las turbulencias actuales es la dislocación causada por el 'brexit'. La decisión de que el Reino Unido saliera de la UE se tomó sin un plan ni una estrategia y los costes para la economía británica son más que evidentes. Como en muchos otros países, el Reino Unido ha sufrido efectos muy negativos debido a la pandemia de covid y la guerra en Ucrania, que han llevado a la economía a una situación muy delicada. Sin embargo, el 'brexit' ha supuesto un factor añadido. Según el último informe de la OCDE, el Reino Unido estará entre los países en el vagón de cola del crecimiento económico durante 2023.
Las tensiones en el ámbito político y económico desencadenadas por el 'brexit' pueden desembocar ahora en una fragmentación geográfica. En Edimburgo, la administración nacionalista de la primera ministra Nicola Sturgeon tiene el compromiso de convocar un referéndum el año que viene sobre si Escocia debe o no independizarse de Inglaterra. Si hay una mayoría a favor de la propuesta y la unión se rompe, Carlos III pasará a la historia como el último monarca de un reino unido.
Fuera del país es poco probable que Carlos disfrute del estatus global que tuvo su madre. Cuando Isabel subió al trono en 1952 el Reino Unido era una potencia del primer rango, un imperio que incluía bases militares e intereses comerciales, que abarcaba todo el mundo. Más tarde, cuando su fuerza entró en declive, los sucesivos Gobiernos de Londres promovieron la idea de una Commonwealth como sustituto para aprovecharse de lo que los politólogos llaman 'poder blando', es decir, la capacidad de influir en las preferencias de otros países utilizando los enlaces históricos, la cultura o los valores políticos. Isabel II fue una piedra angular de la Commonwealth pero no está nada claro que Carlos III vaya a tener la influencia que tuvo su madre.
El pueblo de Gran Bretaña lamenta el fallecimiento de una reina muy querida por las certezas que personificaba y a la que ayer despidió. Pero mañana tanto el rey Carlos III como el pueblo británico tendrán que enfrentarse a una nueva realidad y a las muchas incertidumbres que les esperan.
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