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Hace unos días recibí la comunicación de un amigo conmocionado por el fallecimiento de una persona cercana profesionalmente. Ciertamente una tragedia, pero en el contexto ... de un chorro diario de centenares de personas, que han sido invadidos por el agresivo virus, que ha interrumpido inesperadamente sus tranquilas vidas. Esto me permitió transmitir a mi amigo además de mi sentimiento, una cita que ilustra muy bien lo que estamos viviendo. Decía Albert Camus en su magnífico libro 'La Peste': « ... Se decía que la treintena de grandes pestes que la historia ha conocido había causado cerca de cien millones de muertos. Pero, ¿qué son cien millones de muertos? Cuando se ha hecho la guerra apenas sabe ya nadie lo que es un muerto. Y, además, un hombre muerto solamente tiene peso cuando le ha visto uno muerto; cien millones de cadáveres, sembrados a través de la historia, no son más que humo en la imaginación. El doctor recordaba la peste de Constantinopla que había hecho diez mil víctimas en un día...».
Desgraciadamente, al no poner cara a los muertos, queda el dolor individual de las familias, e incluso al suprimir el duelo se minimiza aún más la magnitud de la tragedia. Como dice el mismo Camus un poco más adelante : «¿Quién conoce diez mil caras?».
Así somos, sufrimos lo individual, lo cercano, lo conocido y esta pandemia que estamos viviendo nos va convirtiendo en insensibles, y no la vivimos más allá de estar sometidos a una cuarentena. Nos hemos ido haciendo indiferentes a los muertos, que se han acabado convirtiendo en un número, salvo para las familias que no pueden ni despedirse de sus seres más queridos en su momento más dramático, al dejar esta vida.
Los médicos que hoy aplaudimos como héroes, reciben muchas veces reclamaciones judiciales por actuaciones correctas en casos individuales, pero con resultado distinto al que cualquier familia y ellos mismos quieren. Una de mis últimas intervenciones como perito ante un tribunal fue en una demanda a cinco médicos de Urgencias que atendieron un paciente a lo largo de un día. Estable y asintomático y con las pruebas solicitadas negativas recibió el alta. Como se le indicó, volvió al día siguiente por reiniciar los síntomas. Se escaló en el nivel de pruebas y se hizo un diagnóstico de rotura aórtica. Falleció al cabo de varias horas. Su viuda y la abogada de esta, iniciaron la demanda civil y penal: 150.000 euros, inhabilitación profesional y cinco años de cárcel. En el quinto año del procedimiento, a petición de una de las demandadas realicé un informe pericial. Describí las dificultades de un diagnóstico diferencial complejo y refuté la forma de razonar de los otros peritos. En la tercera ocasión en que acudí a aquella ciudad, los abogados llegaron a un acuerdo con la viuda, que consiguió los 150.000 euros. Su abogada no retiró la demanda penal, mientras los médicos no le dieran 20.000 euros cada uno. Tres de los médicos accedieron. Antes del careo de los peritos, la juez sobreseyó el juicio al conocer el acuerdo.
Hay médicos que piensas que nunca necesitarán la cobertura de un seguro de responsabilidad civil, por desarrollar su trabajo en el rincón de un laboratorio o al fondo de un despacho. Pero la situación de pandemia que estamos viviendo está costando, no un paciente o dos, un ser querido o dos, un conocido o dos, dicen que más de 20.000, aunque pueden ser más. Pero los fallecidos de esta pandemia son como los de 'La Peste', de esta peste, no tienen cara. ¿Quién conoce a los 20.000 muertos? ¿Aparecerá algún familiar o abogado que inicie una reclamación o demanda? El que la OMS avisara, dos meses antes, de que se tomara alguna medida para parar la epidemia, ¿Tiene algún responsable? ¿Quién lo va a ser? Esta vez no podrán culpar a ningún compañero de Urgencias. ¿Quién entonces? ¿Un técnico? ¿Un político? Me temo que la culpa no será de nadie.
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Ana del Castillo
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