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Releamos un par de noticias de advertencia. Primera: según Asempleo, Cantabria es la segunda comunidad autónoma con mayor proporción de personal ocupado sobrecualificado en el segundo trimestre del año. Un 43,3%, solo por detrás del País Vasco (45,5%). Segunda: el INE señala que ... Cantabria es la segunda región donde más ha aumentado la cifra de jóvenes que ni estudian ni trabajan, los conocidos como 'ninis'. Por un lado, pues, tenemos mucha gente, parte de ella joven, trabajando en cosas que no requerían tan enorme esfuerzo en educación superior; por otro, jóvenes en una prolongada adolescencia de 'dolce far niente', justo en los mejores años de sus vidas para adquirir experiencias y aprender.
Esto apunta a un gran desajuste del sistema educativo, entendido como el conjunto de escuela, familias y política. Si consideramos, grosso modo, que una plaza en un grado universitario público cuesta cada curso 9.000 euros, de los cuales el alumno paga 1.000 y el contribuyente los otros 8.000, y multiplicamos esto por los cuatro años normales de una carrera de grado, resulta que cada egresado nos ha costado a los ciudadanos 32.000 euros. Y si salen 2.000 egresados al año, ponemos en el mercado una inversión pública en capital humano que se eleva a 64 millones de euros (aproximadamente el 0,5% del PIB de Cantabria). ¿No es razonable esperar que estas personas hallen trabajos acordes a su cualificación, tanto por ellos mismos y su realización personal como por el enorme esfuerzo social que tienen detrás?
Complementariamente, un sistema falsamente igualitarista, que obliga a los adolescentes a llegar en el Instituto a los 16 años con la ESO, convirtiendo las clases en un rompedero de cabeza para el profesorado y para los estudiantes realmente motivados, que acuden porque quieren y no por obligación legal, resulta que después les permite ser 'ninis' hasta los 29 años sin tocar bola. Tras tocar los pies a compañeros y docentes de los 14 a los 16 años, a tocarse los pies propios en casa. Esto se considera muy progresista en países como el nuestro. A lo mejor el progresismo necesita una operación de cataratas.
Asempleo subraya un fenómeno perverso que ya en esta columna hemos mencionado frecuentemente. Como el personal cualificado ocupa los puestos que requieren menos estudios, desplaza a los ocupantes naturales de esos empleos, que son precisamente los que no cuentan con estudios superiores. Así se frustran las expectativas de unos y de otros, y la sociedad ha fracasado en ambos casos.
No todo el fallo es de la política acomodaticia y burocrática, o de la pedagogía ucrónica, sino que también hay responsabilidad de las familias, tanto en la sobrecualificación como en el 'ninismo'. No hacemos ningún favor a nuestros jóvenes ni preparándolos para improbables ministros del Aire, ni forzándolos a la insumisión gamberra en el aula, ni permitiéndoles tirar sus mejores años como piedras a los gorriones. Lo único que me anima es que, como la semana que viene hay elecciones, ahora sí que se va a solucionar esto, ¿verdad?
¡Menos mal!
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Ana del Castillo
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