Demografía y Economía
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ANÁLISIS ·
Abrir las puertas a una inmigración ordenada pero generosa y fomentar la natalidad, dos remedios frente al envejecimientoDemografía y economía son dos elementos que contribuyen de forma evidente, aunque un tanto intrincada, al progreso económico de los pueblos. Si nos ceñimos ... a lo que conocemos como mundo desarrollado, la relación entre ambas tiende a ser positiva y bidireccional; un fuerte crecimiento poblacional suele ser un factor necesario (aunque no suficiente) para el crecimiento económico, y viceversa. Si, por el contrario, ampliamos el foco del análisis, y consideramos tanto a países avanzados como emergentes y pobres, la relación sigue siendo bidireccional pero no necesariamente positiva.
Puesto que, por fortuna, formamos parte del grupo de países desarrollados, nuestro interés se centra en cómo la evolución demográfica -cuya característica más destacada en las próximas décadas va a ser el envejecimiento de la población, sustentado tanto en mejoras sanitarias como alimentarias y de comportamientos- puede afectar a la marcha de la economía. En este sentido, no cabe ninguna duda de que el envejecimiento ocasionará efectos muy importantes sobre la economía, al menos en cuatro o cinco ámbitos, estrechamente relacionados entre sí.
El primero de ellos es, indudablemente, el del gasto en pensiones. Sea cual sea el acuerdo final entre gobierno, sindicatos y patronal sobre la reforma del sistema, es obvio que el gasto en pensiones seguirá aumentando con el paso del tiempo, cuando menos al mismo ritmo que aumenta el número de pensionistas. En paralelo, el gasto en salud experimentará, también, incrementos paulatinos pero continuados, tensionando la fortaleza del Estado del Bienestar.
El segundo, muy ligado al anterior (aunque haya otros factores coadyuvantes), es el aumento de los impuestos. Puesto que la relación entre cotizantes y pensionistas seguirá debilitándose, una de las alternativas que se maneja para mantener el sistema de pensiones (sobre la cual parece que ya hay acuerdo) es que la diferencia entre ingresos por cotizaciones y desembolsos por pensiones se cubra con impuestos; esto implica, claro está, que los mismos subirán en el futuro y que, en consecuencia, los jóvenes tendrán que pagar más impuestos. Es lo que el profesor Charles Goodhart denomina «justicia intergeneracional».
El tercer ámbito a considerar es el laboral. Con una pirámide demográfica totalmente desfigurada, en la que la población en edad de trabajar representa cada vez un porcentaje menor del total, las tensiones en el mercado de trabajo serán crecientes, lo que acarreará, casi con total seguridad, un aumento de los salarios. Hoy por hoy, la única alternativa posible para cubrir la diferencia entre la demanda y la oferta de trabajo la ofrecería la importación de mano de obra extranjera (inmigración), algo que, aunque teóricamente factible, parece difícil de producirse no sólo en cantidad sino, también, en calidad (que cuente con la formación suficiente para cubrir el desajuste). De hecho, creo que la inmigración de mano de obra podría salvar los muebles en algún caso concreto, pero a escala global, sin embargo, lo veo imposible pues son muy numerosos y potentes los factores que limitan la movilidad de la población.
Como consecuencia de las referidas tensiones laborales y del previsible aumento de los salarios, se producirá, asimismo, un cuarto efecto, uno de los pocos efectos positivos del envejecimiento, en forma de reducción de la desigualdad. Tal y como subraya el mencionado Goodhart, este efecto podría verse amplificado si, como parece probable, en un futuro cercano suben los tipos de interés para contener la inflación y, como consecuencia, bajan los precios de los activos y, con ellos, los ingresos de los más ricos.
Por último, hay que citar otro ámbito a través del cual, muy probablemente, la situación económica se vea afectada: los hábitos de consumo y, por lo tanto, de ahorro. Dado que las personas mayores tienen hábitos distintos a los de los jóvenes, es obvio que la cesta de bienes de consumo (sobre todo de los servicios) va a cambiar, prestando más atención a los deseos y gustos de los mayores. Esto, que podría llegar a tener hasta efectos políticos, traería consigo un cambio sustancial en el tejido productivo si es que, como ya está sucediendo ahora, la atención a los mayores va ganando enteros.
El que todos estos cambios sean para bien o para mal, es algo que todavía no podemos calibrar. En todo caso, si quisiéramos no ya revertir la situación, que parece imposible, sino mitigarla, no quedan, creo yo, más que dos remedios: abrir las puertas a una inmigración ordenada pero generosa y promover, por todas las vías posibles, el aumento de la natalidad.
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Ana del Castillo
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