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Un castigo puntual a los partidos del sistema o una tendencia de más largo recorrido, caben todas las opiniones. El Se Acabó La Fiesta (SALF) de Alvise Pérez contabilizó en las urnas cántabras de las elecciones europeas del 9 de junio nada menos que 14. ... 610 votos, no muy lejos de los 16.392 con los que Vox se estrenó en el Parlamento de Cantabria en 2019 con dos diputados, justo en el umbral de representación con un 5,05%, mientras que el SALF se ha elevado holgadamente hasta el 5,7%, una cota muy superior a Sumar (3,14%) y más del doble que Podemos (2.7%). Sin una mínima estructura partidaria, sin liderazgos regionales ni campaña en los medios convencionales ni en la calle, fue el de Alvise un resultado inesperado, un movimiento que no captaron los radares relajados de la clase política ni de la prensa, que despreciaron la efervescencia tan presente en las redes sociales. 800.000 papeletas en toda España, con predominio de hombres jóvenes, que no siempre se reconocen adscritos a la derecha radical.
La teoría más compartida, y la más cómoda, es que las elecciones europeas conceden un margen mayor para el castigo a los partidos convencionales a manos de los movimientos antisistema, que luego se atenúa o casi desaparece en comicios legislativos, autonómicos y locales. En efecto, esa secuencia de explosión y decadencia rápida ya se produjo con Ruiz-Mateos en 1989, pero hay quien cree que la incursión política de Alvise tiene futuro. Los sondeos nacionales le conceden una pequeña cuota a costa de Vox y en el ámbito autonómico, como en Cantabria, los desencantados con Vox creen que tiene hueco porque el partido de Abascal ya se ha convertido en parte de la casta que tanto habían denunciado.
Hasta hace nada en el espacio del centro a la derecha competían PP, Ciudadanos y Vox. Ahora la pugna puede ser, incluso, más amplia. Está lo que queda del Vox de la primera hora, en el que había presencia de liberales y de conservadores moderados, capaces de llegar a acuerdos para gobernar con el PP. Está el Vox de nuevo rumbo, intransigente con la emigración que se acerca a Putin a través de Orban, rompe con Feijóo y teme el florecimiento de Alvise en su estilo rompedor. Finalmente, el PP que sueña a largo plazo con la reunificación, con el partido reinante en el centro-derecha que fue con Aznar y en los primeros tiempos de Rajoy.
El PP cántabro observa con una cierta suficiencia el escenario político que dibujaron en la región las urnas europeas. En competencia directa con dos fuerzas de derecha pujantes, Vox y SALF, el PP se impuso con un autoritario 42,7% de los votos, con casi 12 puntos de ventaja sobre el PSOE, segundo en el escalafón. El PP gano en 90 de los 102 municipios regionales, solo en algunos ayuntamientos urbanos, Torrelavega, Castro Urdiales y El Astillero, el PSOE fue primero, precisamente por la dispersión del voto de la derecha entre las tres formaciones representadas.
Creen los populares cántabros que el SALF de Alvise solo puede hacer daño a Vox, en unas elecciones generales, que son factibles a corto o medio plazo por la constatable debilidad del Gobierno de Pedro Sánchez, o en las autonómicas de 2027 si es que llega la triple pugna llega hasta entonces.
A la vista de los acontecimientos en la política nacional, una vez más el PP de Buruaga se siente respaldado en su idea arriesgada de gobernar solo y en minoría, con acuerdos puntuales y preferentemente con un PRC que ha resultado en muchos momentos más fiable que Vox, al que preferían los populares más contrarios a Revilla. Ahora el PP cántabro podría presumir de estar sobrado como para impartir seminarios de gobernabilidad compleja en aquellas comunidades donde ha perdido la estabilidad por la 'espantá' de Vox. En Cantabria, el PP sigue viendo al partido de Abascal como una opción para alianzas ocasionales, sobre todo si se deciden a hacer política y dejan atrás episodios como el descacharrante espionaje entre las dos fracciones de diputados y asesores enfrentadas en el Parlamento que evocan una caricatura del KGB en el que se formó el nuevo amigo Putin.
La ruptura de Vox con el partido de Feijóo por el sobredimensionado asunto de la acogida de 400 menores extranjeros ha provocado algún alivio momentáneo en el posicionamiento ideológico del PP, pero el asunto de la emigración seguirá generando debate y combate electoral en este espacio político. Vox no atraviesa precisamente su mejor momento, pero a la hora de la verdad Feijóo le va a necesitar para llegar a la Moncloa, y quien sabe si también al partido de Alvise.
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