Derechohabientes del grumete circular

Pese a la exudación de tinta y los quinientos años de vejera, el documento no ofrece duda alguna de interpretación. Es, a todo efecto, la fe de vida de Juan de Santander, la primera noticia escrita que del grumete se tiene. Y su testamento.

En Sevilla, agosto de 1519, Juan de Santander se enrola en la Expedición a la Especiería (al Maluco) en calidad de grumete. Es, por tanto, jovenzuelo de tierna edad y nulas (o escasas) artes marineras. Como a todo efecto significa el DRAE: «Grumete: muchacho que aprende el oficio de marinero ayudando a la tripulación en sus faenas». Dicho en plata: un aprendiz de marinero, en la escala inferior de la marinería, una página en blanco, carne de cañón para los bujarrones.

Tan providencial asiento sitúa al cuetano en la historia. Y con él, a los padres, vecinos de Santander. Con un matiz que ha pasado desapercibido a los biógrafos de brocha gorda. Como la expedición es incierta, se exige al enrolado, joven y soltero, que consigne el lugar donde residen sus presuntos herederos a efectos de salarios devengados no satisfechos. A todo efecto: los padres. Gonzalo de Bo y Catalina del Río. Vecinos de Santander en 1519. Y aquí, en caso de fallecimiento del hijo aventurero, sus derechohabientes.