El descontrol de las vacunaciones

Por no hablar del espectáculo con la vacuna de AstraZeneca. No soy quién para valorar si el riesgo existente de eventos trombóticos es o no asumible. De eso se encarga la EMA. Pero los países de la UE han jugado a la política populista sin criterio ni coordinación.

Y luego está lo ocurrido en nuestro país. Una vacuna denostada por los medios que han difundido informaciones incompletas generando la idea de que se trata de una vacuna menos eficaz que otras, la 'mala'. Decisiones políticas que han colocado nuevos bretes a la vacuna: suspender 15 días la vacunación sin esperar 3 días a la decisión del Comité de Evaluación de Riesgos de Farmacovigilancia de la EMA, suspender Castilla y León unilateralmente la vacunación con AstraZeneca sin esperar a la decisión del Consejo Interterritorial de Salud, utilizar esta vacuna solo en menores de 55 años para, mes y medio después, hacer lo contrario y administrarla exclusivamente en mayores de 60 años. Y por si fuera poco a las 24 horas nuevo cambio: ahora de 60 a 69 años.

La ciencia y la evidencia avanzan, está claro y nadie lo va a poner en duda, pero no parece razonable creer que se contradiga en tan poco tiempo.

¿Los consejeros de sanidad y la ministra no podían haber esperado 24 horas antes de anunciar que la vacunación sería para personas entre 60 y 65 años? ¿Tantas prisas de protagonismo tenían? Y la famosa Comisión de Salud Pública, ¿no pudo asesorar a los consejeros y a la ministra con más agilidad y rapidez?

Puestos a no hacer caso a la EMA podían haber despejado incertidumbres en vez de crear nuevas. Y con Janssen de nuevo el caos. Ciertamente las precauciones de las entidades responsables de su autorización o evaluación han de tomarse en serio y la EMA no ha puesto reparos a su administración. Pero otra cuestión es la posición que adopten los responsables de su aplicación. De nuevo falta de claridad y nuevas incertidumbres a los ciudadanos que en nada contribuyen al objetivo final de vacunación. Porque si nuestros gobernantes no son coherentes lo que hacen es generar desafección en los ciudadanos y sus posiciones al respecto no han hecho más que afianzar ese clima de desconfianza entre los ciudadanos.

Y ahora el distanciamiento entre dosis o la opción de intercambio de vacunas. Todo ello sería admisible si fuera fruto del debate sereno y la evolución del conocimiento sobre las vacunas. Pero no, aquí nos situamos en un talibanismo cerrado para semanas después hacer lo contrario. Y eso es lo que desconcierta a los ciudadanos. Países como Israel han demostrado a estas alturas el impacto de una agresiva y rápida vacunación tiene sobre las hospitalizaciones, especialmente en las franjas etarias más vulnerables. Y ese debiera ser nuestro objetivo: no solo paliar el daño, sino que no se incremente más y no se repita.

¿Qué planteamiento tenemos ante esto? Ninguno. Siguiendo la palabrería estúpida del doctor Simón -«tendremos una olita»- nos preocupa más volver a planificar la parada de hospitales y centros de salud que revisar con objetividad la estrategia de vacunación para alcanzar porcentajes más elevados lo más rápido posible.

Con este panorama, las administraciones insisten en el objetivo de tener inmunizada al 70% de la población adulta que para el próximo verano (más bien al final) y sin embargo la hipotética inmunidad de rebaño perseguida puede ser inalcanzable.

Las vacunas actuales evitan el covid grave, el ingreso hospitalario y la muerte, pero aún faltan pruebas sólidas de que también impidan la transmisión, aunque tímidos datos apunten a ello. Además, como de momento no se vacuna a menores, el umbral de rebaño para los adultos debería ser cercano del 100% para compensar.

Recordemos también que el umbral del 70 % implica seguir con medidas de restricción social aunque menos. El 9 de mayo está ahí y nuestras autoridades aún no saben que van a hacer: ¡insólito y vergonzante!