Desescaladas

En general, los autores echan en falta estrategias claras y consistentes para salir de las restricciones, si bien consideran que la experiencia con epidemias anteriores en Asia y el Pacífico hizo que estos países estuvieran más preparados para el covid que los europeos, no sólo desde el punto de vista del sistema sanitario, sino también de la aceptación por parte del público de las medidas restrictivas, incluso a costa de sacrificar derechos personales. Además, reconocen que las políticas de austeridad económica en los años previos a esta crisis han debilitado las infraestructuras de salud de Europa, citando explícitamente los casos de España y el Reino Unido.

La gran referencia es Nueva Zelanda, que ha llegado hasta el punto de erradicar los contagios, y que también destaca por llevar a cabo iniciativas originales para salir del confinamiento, como las burbujas sociales: al comienzo de la desescalada, los neozelandeses pudieron aumentar su burbuja, ampliar su círculo social más allá de su propio hogar, siempre que no salieran de su localidad y fueran miembros de una sola burbuja.

El artículo reconoce el alto nivel de exigencia en España en cuanto al compromiso social para establecer distancias físicas o la obligación de llevar mascarilla, pero fallamos en la detección de los niveles reales de infección y, especialmente, en el control de las fronteras. De todos los analizados, es el país que menos trabas puso a la entrada de viajeros, sin cuarentenas ni medidas especiales desde el 1 de julio.

Con todo, la diferencia principal parece estar en el rastreo y el aislamiento de positivos y contactos. La mayoría de los países asiáticos realizó pruebas exhaustivas, rastreó a conciencia los contactos de los infectados y trató de aislar todos los casos, ya fuesen leves o graves; eso desde el principio, y con el apoyo de tecnología innovadora. Europa trató de imitar esta estrategia, pero lo hizo con un retraso considerable, a excepción de Alemania.

A partir de los ejemplos citados, los autores del artículo consideran que, para que las medidas de control funcionen, los gobiernos deben educar y comprometerse con el público, generando confianza y seleccionando normas que los ciudadanos estén dispuestos a cumplir. Para ello, conviene que participen en la toma de decisiones sobre cuáles son las medidas más adecuadas para cada contexto local. Aliviar el bloqueo no implica volver a la normalidad anterior a la pandemia, y los gobiernos deben encontrar estrategias que prevengan el rápido crecimiento de las infecciones de forma sostenible y aceptable para el público durante muchos meses.

Para algunos investigadores, las diferencias entre las medidas que han adoptado los distintos países no son sustanciales, y las diferencias has estribado en las distintas capacidades estratégicas. Para ellos, Reino Unido y España no tuvieron las capacidades necesarias para llevar a cabo las tareas de rastreo durante el estado de alarma, y seguramente siguen sin tenerlas ahora.

Sin duda, el trabajo de 'The Lancet' tendrá algunas limitaciones, pero deja bien claro que la vigilancia epidemiológica es algo que se debe seguir trabajando; y España debería fortalecerla y financiarla, porque es esencial para llegar a los estándares y capacidades de otros países.