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La estacionalidad es una característica inherente al turismo, no en vano, en aquellos maravillosos años 80 en los que estudié turismo, esta cuestión ya era uno de los problemas a resolver. Y en ello seguimos, asociaciones, touroperadores, profesionales, universidades y gobiernos llevan años estudiando ... fórmulas que pretenden, si no acabar con ella, sí paliarla. Los resultados son muy diversos y, como en las romerías, cada uno lo cuenta según le haya ido.
Las razones son diversas, pero podríamos afirmar que la estacionalidad está condicionada por dos aspectos. Primero, dos calendarios, el laboral y el escolar. Segundo, la climatología, siendo esta clave en Cantabria. Los datos de ocupación lo demuestran y el sentido común lo ratifica.
Creo que coincidimos todos: el verano en Cantabria está casi siempre hecho, sin que esto implique que se deban bajar los brazos. Con palabras similares lo han dicho el presidente de la CEOE, Enrique Conde, o la directora general de Turismo, Marta Barca. Lo que ahora toca, es saber qué hacer y cómo afrontar los meses en los que tradicionalmente las empresas turísticas dejan de recibir clientes y lógicamente, ingresos.
Es evidente que los calendarios y el clima hacen que Cantabria como destino turístico tenga pocas herramientas en su mano para revertir la temporada baja. Sin embargo, podemos actuar de forma dinámica sobre la mejora y la diversificación de la oferta, acompañando a ambas de unos planes de marketing y comunicación eficaces.
Para llegar a esto es necesaria la colaboración entre el Gobierno y los agentes del sector. Sirva como ejemplo una cuestión que puede parecer insignificante para muchos, pero que es muy importante para una de las modalidades turísticas que ayudan indiscutiblemente a la desestacionalización, el turismo de congresos y negocios (MICE). Organizar un congreso lleva meses de trabajo. Si cuando este está a punto de iniciarse desaparecen las conexiones aéreas con las capitales europeas que había cuando se proyectó el evento, nos encontramos ante un desastre económico y, sobre todo, de reputación profesional. Este es uno de tantos ejemplos que demuestra que la Administración debe conocer las necesidades y trabajar mano a mano con el sector.
No quiero finalizar esta breve reflexión sin destacar que una mejora de la oferta cultural orientada hacia la calidad y la variedad puede convertirse en un eje vital a la hora atraer turismo de excelencia fuera de temporada, algo compartido por los sectores turístico y cultural.
En todo caso y en aras de la sostenibilidad del turismo, hay que recordar que también debemos respetar ciertos periodos de tiempo para que nuestro entorno, sobre todo el medio natural, se recupere de la presión a la que es sometido en los meses de mayor afluencia turística. Pero esto es otra historia.
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