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El gas es más caro y más contaminante que la energía nuclear. Mientras se atraviesan las décadas que aún restan para depender de otras energías y de otros hábitos de transporte y edificación, ¿es preferible el gas a lo atómico? No piensan así nuestros vecinos ... los franceses, que tienen en marcha un plan de inversiones para modernizar su amplio sistema de centrales nucleares, además de apostar fuerte por la eólica marina y multiplicar el aprovechamiento de la energía solar. Francia obtiene el 70% de su energía de las centrales nucleares y por tanto autonomía y buenos precios (lo saben bien nuestras industrias cántabras electro-intensivas, que llevan años compitiendo contra esas ventajas en costes).
En Alemania, que desde Merkel quiere abandonar lo atómico, se criticó mucho esta posición de Macron a principios de año, pero ahora están hablando de cerrar solo una central y dejar otras dos en reserva hasta abril. Los liberales (en el gobierno) y los democristianos (en la oposición) abogan por prolongar su uso más. Los Verdes quieren mantener sus compromisos electorales aunque se perjudique a los electores. Y los socialdemócratas están meditando que, si hay apagones o grandes carestías eléctricas, la gente se les echará encima. Han ensayado un test de estrés ante posibles escenarios invernales y les entró dolor de cabeza.
Cuando escribo esto, la portada digital del Frankfurter Allgemeine Zeitung nos informa al gato Boris y a mí: el mix energético alemán del 12 de octubre se compuso de carbón (42,3%), gas (16,3%), eólica (13,4%), biomasa (7,8%), nuclear (7,1%), solar, (5,9%) y otras (7,3%). Es decir, los 'ecologistas' y 'progresistas' de Alemania están quemando carbón, gas y biomasa a triscapellejo, emitiendo aún más gases de efecto invernadero a la atmósfera. Concretamente esas fuentes suponen casi un 70% del 'Strommix'; a la inversa, en Francia el 70% no emite nada. Alemania es un país de deshollinadores que se aleja de los objetivos de la lucha contra el calentamiento global, mientras que Francia es un país ciclista que avanza hacia la neutralidad en carbono.
También en España vamos dejando caer lo nuclear sin tener montada la alternativa. Somos gasófagos a gran escala, nuestra red hidroeléctrica se ve muy afectada con las sequías que empiezan a ponerse recias, y la eólica terrestre solo puede contribuir si hay suerte con el viento. La estrategia energética española es un 'Quo vadis?' Porque nadie sabe a dónde va.
No hay que ser un gran experto para percatarse de que en eólica terrestre y marina Cantabria deberían estar haciendo ya mucho. Las tramitaciones, las regulaciones, la investigación: todo parece extraordinariamente lento, aunque ni el planeta ni la geopolítica nos permitan el lujo de estos procedimientos fantásticos de las administraciones. Ha pasado otra legislatura y aún estamos esperando a ver cómo quitan la etiqueta del precio a algún aerogenerador nuevo. Por no hablar de la gran inversión en Aguayo, que ya fue prometida por Marco Agripa a los legionarios que le acompañaban.
Un hecho singular de Cantabria es que tiene un Clúster de Industria Nuclear... en un país que no la quiere. Este verano, en la UIMP, el número dos del Gobierno de Cantabria animaba a debatir sobre el nuevo papel de la energía nuclear tras la guerra en Ucrania. Pues, si se ha debatido, habrá sido por señales de humo, porque no hemos vuelto a leer nada al respecto. ¿Es eso serio?
Se perdió una gran ocasión de contar con un centro de I+D+i en energía eólica de la danesa Vestas, que, a la vista de las manías querulantes que nos gastamos en esta tierra, y de un dossier que era ya más largo que la Vulgata de San Jerónimo, se limitó a dejar pinado su molino experimental, que desde entonces todo campurriano conoce. Lo que no conocemos es un centro de investigación que, aparte de emplear a un buen puñado de científicos, hubiese atraído inversiones y dado trabajo, como proveedoras, a muchas pymes de Cantabria. El actual consejero del ramo fue precisamente una de las víctimas de aquella carga corocótica digna de mejor causa. El aerogenerador se quedó, pero Cantabria se vio privada de la ciencia, la tecnología y la industria asociada a la sostenibilidad.
O deshollinadores o ciclistas, hay que decidirse.
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