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Cada día se hace más frecuente la política de hechos consumados. Cada día nos despertamos con una nueva pérdida del Patrimonio Cultural, que es de y para toda la sociedad, no importa quién ostente la propiedad.
En el barrio de La Edesa, Quijano de Piélagos, ... se ha derribado otra casa de origen medieval, «casa llana» de finales del siglo XV o principios del XVI, que tenía valor por sí misma y encabezaba una línea de cinco casas, llanas también en origen, que, aunque reformadas en el XVIII, conservaban la unidad y coherencia del conjunto, siendo testimonio de un modo de ocupación medieval del espacio en Cantabria, «las casas en hilera», tipología a valorar y conservar. Este barrio fue también testigo de la llegada de los Mazorra, indianos que modificaron la casa-torre inicial, separada de esta hilera que nos ocupa por un camino concejil que baja a la fuente y lavadero, y añadieron una serie de jardines y huertas escalonadas, hoy afortunadamente en proceso de restauración.
Todo el conjunto era un documento construido de las formas medievales y modernas de ocupación y explotación del territorio. Y había llegado hasta nuestros días casi intacto y armónico, como lo describió el historiador Aramburu-Zabala: «El barrio de la Edesa en Quijano de Piélagos es un frágil testimonio de la arquitectura civil de Cantabria en la Edad Moderna, que conserva su estructura original edificada y su entorno natural, sin haber tenido hasta ahora grandes transformaciones. Su declaración como Bien de Interés Cultural, como Conjunto Histórico, permitiría su necesaria rehabilitación al margen de la presión urbanística».
Y no hubo declaración para el conjunto, ni para la casa hoy derruida, a pesar de que el Colegio de Arquitectos de Cantabria, en colaboración con la Consejería de Cultura, lo incluyera en el trabajo 'Catalogación de Casas Medievales en Cantabria', ni pese a estar señalado en el Plan de Ordenación Urbana de Piélagos como barrio a proteger por su interés cultural.
La «casa llana» desmantelada, con cubierta a dos aguas y gran caída hacia la parte trasera, muros de mampostería, tres ventanas en el lateral, una con arco de medio punto y la otra conopial, pudo ser el origen del barrio, fragmentándose el solar original para añadirse las siguientes viviendas, unidas o separadas por el hastial, según la familia iba creciendo. La «casa llana» derribada merecía una rehabilitación o cuanto menos la consolidación de la ruina, pero nunca su derribo.
La propiedad puede ser privada, pero las administraciones que nos tutelan tienen la obligación por ley de arbitrar fórmulas para proteger la cultura y el patrimonio que forman parte de la memoria colectiva y la historia de nuestra región y de todos los ciudadanos.
En unas semanas han derribado en Arce la casa blasonada de Varillas, dentro del entorno de protección de la Torre de Velo y en el barrio de la Garma la amenazante construcción de un vial innecesario puede acabar con dos encinas centenarias de gran porte pertenecientes al ecosistema de encinar cantábrico en recesión. En Mortera, languidece el conjunto de casas, capilla, biblioteca y corralada con portalada de los Condes de Mortera, pasto ya de los grafiteros; y en Zurita, el Palacio de la Llana, capilla y panera, amenazan colapso mientras la propiedad espera a no sabemos qué permisos para evitar su desaparición.
¿Dónde están el Ayuntamiento de Piélagos y la Consejería de Cultura? Ambos tienen responsabilidades y obligaciones. La Ley 11/1998, de 13 de octubre, de Patrimonio Cultural de Cantabria dice muy claro en su artículo 5: son deberes de la Administración Autonómica, en el ejercicio de sus respectivas competencias, asegurar su conservación, bien llevando a cabo las obras necesarias y adoptando las medidas oportunas en cada caso, bien facilitando a entidades públicas y personas físicas y jurídicas privadas las ayudas pertinentes para el cumplimiento de dichos fines. También deben garantizar su protección, evitando que se produzcan daños intencionados y sancionando a cuantos lo deterioren o pongan en peligro de desaparición. El artículo 6 obliga a los ayuntamientos, mancomunidades y otras entidades locales a proteger, defender, realzar y dar a conocer el valor de los bienes integrantes del Patrimonio Cultural de Cantabria que estén situados en su término municipal.
El continuo goteo de pérdidas de patrimonio cultural es desolador, agravado en los elementos del 'patrimonio menor'. Pérdidas que están acelerándose por el abandono de la administración y de algunos propietarios. El artículo 39, sobre el deber general de conservación, en el punto 3 dice: Si se descubre la existencia de actuaciones que, por acción u omisión, puedan hacer peligrar la debida conservación del bien cultural, la Comunidad Autónoma de Cantabria adoptará las medidas oportunas para poner fin a dicha situación incluyendo la posibilidad de su arreglo a costa del responsable de su deterioro. Un artículo que jamás se ha aplicado.
Nuestras torres medievales, casonas y palacios, molinos, ferrerías, puentes, conventos, iglesias, ermitas, humilladeros, escuelas... y tantos otros elementos que conforman el paisaje, definen la configuración de nuestros pueblos y constituyen señas de identidad insustituibles de cuanto fuimos y somos. Conservarlo no es solo una obligación, es un compromiso social, inexplicablemente ignorado. El patrimonio doméstico, el de las casas tradicionales, el de las casas en hilera, las solanas, las socarreñas y los soportales, ha entrado en fase de extinción, por derribos o rehabilitaciones faltas de criterio.
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