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Adolfo Pajares Compostizo nació en medio de una guerra civil y ha fallecido en medio de una epidemia universal. Entre ambos estados de excepción histórica (salvo que, con sir Henry Maine, consideremos que «la guerra parece ser tan vieja como la humanidad, pero la ... paz es una invención moderna») desarrolló su biografía de 83 años este hombre político del eje Torrelavega-Suances, empresario y ciudadano conciliador y positivo, de talante demócrata-cristiano. Esta calificación tiene varias lecturas posibles: quien es más demócrata que cristiano; o más cristiano que demócrata; o lo uno y lo otro al cincuenta por ciento. Y luego está el que es demócrata por ser cristiano o, como hubiera dicho la filósofa María Zambrano, el que ha descubierto que el humanismo cristiano es la raíz histórica del liberalismo, pues si el humano no fuese libre, ¿cómo desde las alturas se le podría hacer responsable? Algunos democristianos, en su momento de humor picante, solían decir aquello de «cristiano de cintura para arriba, demócrata de cintura para abajo», lo que demuestra que es una corriente política que, al menos, tiene sentido de la autoparodia, frente a tanto pensamiento plano y cuarzofeldespático en boga.
Para mí Adolfo era de los que se definen demócratas a fuer de cristianos, conexión más plausible que aquella en que Indalecio Prieto decía que era «socialista a fuer de liberal» (quizá para justificar que había escrito desde siempre en El Liberal de Bilbao, periódico del que él mismo se hizo dueño en 1932). La base comunitarista del cristianismo, donde la fraternidad universal es dogma, concuerda con una democracia; 'iglesia' viene del griego 'ekklesía' o 'asamblea', si se hizo imperio fue cosa de romanos. En cambio, el socialismo cree en el Estado y el liberal en la persona, por lo que no concuerdan, sino que acuerdan.
Las clases políticas tienen dos niveles de discurso: el políticamente correcto en público y el coloquial de las conversaciones de confianza, que a veces da una impresión demasiado expeditiva. Hay, sin embargo, quien no muestra gran diferencia entre discurso público y privado: su lenguaje es entonces, en los casos de moderación, una manera de relacionarse con los demás desde el respeto personal e intelectual. Adolfo Pajares era de estos políticos de verbo contenido y tono formal, no sólo cuando tuvo que ordenar los debates parlamentarios cántabros, sino también cuando fue portavoz de su grupo y, lógicamente, necesitaba entrar en dialéctica con los adversarios sin traspasar la raya oratoria. Pero, además, lo era en la conversación cotidiana, siempre afable y correcta, y con su punto de humor y riqueza de anécdotas.
Su mandato presidencial se puede dividir en dos épocas. La primera, 1990-1995, fue escenario de crisis de gobiernos y fracturas internas de los partidos. Hubo una gran inestabilidad, fenómenos de transfuguismo que complicaron el funcionamiento del Parlamento; como consecuencia, pérdida de oportunidades para la región. En cambio, la segunda época, 1995-1999, resultó más serena. El Gobierno coalición PP-PRC que encabezaba José Martínez Sieso no contaba con mayoría absoluta y durante el primer año pareció que una oposición combinada (socialistas, Izquierda Unida y la UPCA de Juan Hormaechea) podía hacer inviable la fórmula. Sin embargo, el partido hormaecheísta se fue desconfigurando, en parte por el deseo de sus integrantes de buscar salidas de compromiso con el Gobierno. Si la legislatura 1991-1995 había comenzado con una mayoría absoluta que se había fragmentado, la 1995-1999 presenció una mayoría simple que se consolidó. Esto hizo más tranquila la gestión de Pajares, aunque no faltaron episodios como la ruptura de los diputados de IU con su propia coalición (similar a lo sucedido con Podemos en 2015-2019).
Las elecciones de fin de siglo atestiguaron un gran crecimiento del PP y un estancamiento del PRC, lo que dificultó la reedición de la coalición. El PRC perdió peso en el Gobierno de Cantabria, pero a cambio logró la alcaldía de Torrelavega para Francisco Javier López Marcano y la presidencia del Parlamento para Rafael de la Sierra. Ahí terminó el periodo presidencial de Pajares. Dejó una tradición conciliadora y moderada.
Antes del desarrollo autonómico, Adolfo había sido uno de los activistas torrelaveguenses de la transición a la democracia que acabaron confluyendo en la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez. Así fue como se le designó, a sus 40 años, gobernador civil de Palencia. En 1982 ingresaría en Alianza Popular. Últimamente se está revisando la Transición en tono muy negativo. Hay quien atribuye los defectos de la España de 2020 a presuntas decisiones maquiavélicas de personas como Adolfo en 1978. Aparte de lo muy flojo que esto resulta como explicación sociológica, tiende a oscurecer un hecho fundamental: que la transición a la democracia fue impulsada desde dentro del régimen por aquellas personas de mentalidad liberal, democristiana o incluso conservadora que deseaban una España equiparada a monarquías democráticas como Holanda, Suecia o Gran Bretaña. A este empeño en dejar atrás un sistema político anacrónico se unieron las izquierdas y los nacionalismos que entendieron que la reforma iba en serio. Adolfo era de la generación que democratizó España.
Un último recuerdo. Yo conocía por mi vida profesional a Antonio Bartolomé Suárez, el veterano cronista reocinense que había narrado durante años en Alerta las ferias ganaderas de Cantabria. Su hijo Manuel me indicó en un momento dado que temía por el futuro de las decenas de fichas donde su padre había ido registrando el lenguaje de una Cantabria rural en vertiginosa desaparición. Acudimos a Pajares en demanda de ayuda y de aquella gestión surgió el libro publicado por la Universidad de Cantabria 'Aforismos, giros y decires en el habla montañesa' (1993), que sigue siendo hoy un tesoro etnográfico y tuvo una cuidada edición por el profesor Tomás Labrador Gutiérrez. La bonhomía y generosidad de Adolfo permitieron salvar para la historia cultural colectiva las notas lingüísticas de toda una vida de periodista agrario.
Despedir es recordar, recordar es despedir. Al despedir a Adolfo Pajares le recordamos, y recordarle es nuestro modo de decir adiós.
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Ana del Castillo
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