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Estamos atravesando lo que todo parece indicar serán los días mas duros del coronavirus. Todos los esfuerzos de las administraciones y los sacrificios de los ciudadanos están centrados en superar esta situación lo más rápido posible. Me quiero centrar en los aspectos económicos que ... provoca esta crisis sanitaria global, y vislumbrar qué debería suceder cuando pase la pandemia global, al hilo de la experiencia pasada, la gran recesión de 2008, y lo que está sucediendo hoy.
Vamos a asistir, lo estamos viendo ya, a una recesión brutal de imposible cuantificación, pues las cifras que demos hoy quedan obsoletas mañana. Todo dependerá de la duración del confinamiento, pero la maquinara económica tardará mas tiempo en recuperar la plena actividad. Este año no vamos a tener doce meses productivos. Según algunos cálculos cada mes de parón económico como el actual, supone una caída del crecimiento equivalente al 1% del PIB.
Esta crisis nos ha vuelto a descubrir la importancia de lo público en dos dimensiones interrelacionadas: el estado de bienestar y las medidas para abordar la crisis económica.
Un estado de bienestar público fuerte (en este caso especialmente en la sanidad y las políticas sociales), constituye la mejor vacuna contra la pandemia. Gracias al sistema sanitario público y a la entrega de sus profesionales, la gravísima situación se podrá revertir, esperemos lo más rápido posible. Ahora bien, la pandemia ha dejado al descubierto las carencias del sistema después de años de recortes en gasto público, que lamentablemente fue la receta que se impuso para abordar la Gran Recesión del 2008. De eso también habrá que hablar.
Por otro lado, y a diferencia de 2008, los gobiernos, el Banco Central Europeo y la Unión Europea, en este caso en menor medida, han tomado decisiones importantes comprometiendo enormes cantidades de recursos. De nuevo lo público al rescate de la economía real, de las empresas, trabajadores y familias. Medidas que en función de la duración de la crisis sanitaria quizá se deban de incrementar. Es digno de destacar que estas medidas económicas, de raíz keynesiana, nadie las cuestiona ahora, como se pudo ver en España en el pleno del Congreso del 18 de marzo.
El objetivo es no dejar a nadie desamparado, evitar que la crisis sanitaria se salde con crisis económica duradera y crisis social que perjudique, sin remedio, a los más frágiles. En definitiva, evitar lo que sucedió tras la Gran Recesión de 2008 con el austericidio como casi única política. El panorama actual nos indica las tareas que debemos a abordar cuando acabe el coronavirus. En primer lugar, fortalecer el estado de bienestar para reducir la desigualdad. Debemos de revisar el nivel que tenemos hoy y decidir de cual deberíamos disponer para garantizar la calidad de los servicios públicos esenciales y, con ello, la protección y seguridad de nuestros ciudadanos. Un estado de bienestar potente no es sólo un mecanismo de protección, es el mejor armazón para que los ciudadanos puedan desplegar toda su energía, capacidad y talento. Es la mejor plataforma para una economía mejor. El gobierno ha expresado este objetivo planteando unos presupuestos de reconstrucción. Esperemos que esta propuesta consiga amplias mayorías porque es ineludible.
En según lugar, debemos de abordar los nuevos, y no tan nuevos, retos globales: La transición ecológica, la digitalización de la economía, el despoblamiento y envejecimiento rurales, la gestión migratoria, los riesgos de nuevas pandemias que vendrán... Todas estas cuestiones no se pueden dejar al albur solo del mercado. Necesitan coordinación entre instituciones públicas y políticas globales para garantizar que se abordan en interés de los ciudadanos. Son retos de envergadura semejante a la pandemia actual. Debemos alcanzar una situación donde prime la economía real sobre la financiera. Que los instrumentos financieros, que son imprescindibles, estén al servicio de la economía real y no al revés.
En ambos casos, definición del nivel del estado de bienestar y abordar los retos globales, se necesitará del impulso y gobernanza de lo público sí, pero también una apuesta del sector privado. Un apuesta de país. Solo entonces, después de decidir lo que necesitamos, debemos definir el marco fiscal preciso para poder alcanzarlo, y no al revés, utilizar el marco fiscal como un corsé.
Un último apunte nos coloca ante el papel de la Unión Europea. Si Merkel tiene razón, estamos ante la mayor crisis desde la II Guerra Mundial, la respuesta de la UE ha de ser acorde con tal reto. Algunos pasos se van dando: ruptura de los limites de déficit y deuda, avales públicos para garantizar el flujo financiero a las empresas, el papel del BCE después de sus primeros pasos dubitativos... Faltan más cosas, una autentica política paneuropea: mutualización de los riesgos emitiendo «coronabonos», gasto público europeo en programas de futuro, un seguro de desempleo europeo...
Europa abordó la superación de la II Guerra Mundial con un contrato social, que alumbró décadas de prosperidad, paz y bienestar social (a lo que España llegó tarde). Desde el fin de Guerra Fría ese contrato se ha ido resquebrajando. Ahora necesitamos un nuevo contrato social. Si no lo logramos, si la UE no actúa ahora con determinación, tendrá problemas para sobrevivir y los populismos reaccionarios tendrán todo el campo a su disposición. Espero que todos los que ahora exigen a lo público solucionar la crisis no se olviden cuando esta haya pasado.
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