Deuda pública: ¿Problema o solución?
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Los gobiernos deberían ir pensando en que cuando la crisis esté controlada de verdad habrá que alcanzar superávits de entidadSi, tal y como apuntaba la semana pasada, ante situaciones excepcionales se requiere adoptar medidas excepcionales, es más que evidente que, dada la magnitud ... de la crisis sanitaria y económica que padecemos, la deuda pública seguirá aumentando en los próximos meses y, quizás, años. Que la deuda pública aumente en valores absolutos no tiene por qué ser, en sí mismo, preocupante; lo que sí podría serlo es que aumente mucho más en términos relativos, esto es, como porcentaje del PIB.
Respondiendo a la pregunta que figura en el título, yo creo que, hoy por hoy, la deuda pública, al menos en los países europeos, es más parte de la solución que del problema. Es parte de la solución porque, a través de la misma, se ayuda a suavizar y dilatar en el tiempo el impacto negativo de la covid-19. En un futuro, sin embargo, las cosas podrían cambiar y la magnitud relativa de la deuda podría llegar a ser un problema, dificultando el desarrollo de políticas fiscales potentes, detrayendo recursos del sector privado y, en resumidas cuentas, lastrando las posibilidades de crecimiento económico.
¿Cuál es la probabilidad de que esto suceda? Siendo imposible dar una respuesta categórica a esta cuestión, lo que sí se puede afirmar es que, a corto plazo, todo dependerá de cuál sea la carga (intereses más amortización) de la deuda; en este sentido, y en un contexto de tipos de interés bajos y de largos periodos de vencimiento de la deuda, no parece que esta carga vaya a ser muy elevada y, por lo tanto, me atrevería a afirmar que no tiene por qué ser motivo de preocupación.
En un horizonte temporal más dilatado, todo dependerá, en esencia, de dos factores: del ritmo al que se sigan incrementando los niveles de deuda y, una vez más, de los recursos que haya que destinar para hacer frente a su carga. Aquí, por desgracia, el panorama es mucho más borroso, pues es difícil pronosticar lo que pueda ocurrir. El ritmo de incremento de la deuda depende directamente de la duración y gravedad de la crisis actual, la cual, a su vez, depende de la evolución de la covid-19. Si, como parece (o queremos creer), la producción y distribución de vacunas eficaces puede estar a la vuelta de la esquina, entonces podríamos pensar que, pasado un año, la economía debería encontrarse en una situación de practica normalidad y que, por lo tanto, el ritmo de crecimiento de la deuda se atenuaría de forma considerable. Si, por desgracia, no fuera así, y las vacunas y/o tratamientos no fueran tan eficaces como afirman las empresas productoras, entonces tendríamos crisis para rato y aumentos de la deuda muy preocupantes.
En relación con la carga de la deuda, todo hace pensar que el contexto de bajos tipos de interés se mantendrá durante un largo periodo de tiempo, por lo que, por ahí, no es probable que surjan muchos problemas. Tampoco lo es en lo que atañe a la prima de riesgo si, como cabe esperar, el BCE sigue manteniendo (o incrementando, si fuera necesario) sus facilidades de liquidez a la banca y a las empresas.
Dicho esto, que deja la pelota en el alero porque casi todo depende de la duración de la crisis sanitaria, un elemento realmente preocupante en lo que concierne a la sostenibilidad de la deuda es el diferencial entre la tasa crecimiento de la economía y el nivel de los tipos de interés. En la actualidad, y pese a que los tipos son muy bajos, el diferencial es negativo, pues la economía está decreciendo en lugar de creciendo. A medio plazo, es previsible que esto cambie, de forma que el diferencial pueda tornarse ligeramente positivo. Aun así, parece poco probable que el diferencial sea tan elevado como para lograr que la ratio deuda/PIB vaya descendiendo al ritmo necesario para que no surjan problemas de sostenibilidad. Es por esto, precisamente, que los gobiernos (y el nuestro el primero, pues aquí la situación financiera es un poco más complicada que en la mayoría de los países europeos) deberían ir pensando en que, cuando la crisis sanitaria esté controlada de verdad, tienen que hacer todo lo posible por alcanzar superávits primarios de bastante entidad. Ello exigirá, naturalmente, una revisión a fondo de las partidas de gasto público, pero también, y sobre todo, una reforma del sistema impositivo, de forma que sea más equitativo y eficiente.
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Ana del Castillo
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