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Al terminar el segundo curso en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, tuve la suerte de que el director de El Diario Montañés, don Manuel González Hoyos, me acogiera en sus filas aquel verano de 1959. Poeta consumado, caballero andante de trato decimonónico y ... educación exquisita, recuerdo haber leído con recogimiento su poema de las piedras rotas. 'Laudes y gozos de Monte-Corbán' y el romance 'Maitines en la Trapa'. Si digo que obtuvo con todo merecimiento el primer premio de ciento sesenta concursos literarios, no estoy exagerando un ápice.
Aquel primer día de prácticas llegué al número 4 de la calle Moctezuma por una cuesta muy pindia, cercana a la iglesia de Santa Lucía. Puedo asegurar que don Manuel, el director, me habló como si fuera mi padre literario. Citó a Concha Espina y a su hijo Víctor de la Serna, me contó la fundación de Ediciones Literarias Montañesas con Cubría, Llano y Romero Raizábal. De Cubría hablamos los dos, porque yo había tenido la fortuna de pasar una semana en su casa solariega de Pámanes con su hija María del Mar, mi gran amiga, rodeada de la familia en pleno: Montserrat Mirapeix y Francisco Cubría fueron excelentes anfitriones, junto a sus hijos Chencho y Nando. Francisco Cubría, procurador y escritor costumbrista, añadía a su saber particular la captación de amigos literarios que amenizaban nuestras veladas. Yo coincidí con la poeta María Teresa de Huidobro, que solía leer sus poemas y los de Gerardo Diego con tablas de actriz teatral.
Me gustaba coincidir en el periódico con el redactor Julio Poo San Román. Enseguida fuimos amigos. Julio no paraba de trabajar. Se hacía medio diario y sacaba tiempo para llevarme en su moto a mis citas periodísticas.
-No vengas a Castelar, 3. Aparca la moto en Juan de la Cosa, cerca de las escalerillas. Yo saldré a tu encuentro.
Castelar, 3 era la casa de mis padres, donde yo vivía, y ellos no veían bien que yo fuera en moto con un chico.
Fue entonces cuando don Manuel y Julio empezaron a alabar mis primeros artículos.
-Sigue así, vas muy bien -decían los dos con ganas de que me llenara de confianza.
Tuve que contarles que a los dieciséis años yo había conseguido el Premio de la Alianza Francesa por un trabajo en francés sobre José María de Pereda. Premio que habría celebrado mi bisabuelo Ricardo Olaran, gran amigo de Pereda.
Hoy, en 2022, cuando se celebran los 120 años de El Diario Montañés, me complace recordar a estos dos grandes periodistas. Manuel González Hoyos, nacido en Ontoria (Cabezón de la Sal) en 1900, cuya gran formación humanista y literaria le llevó a dedicarse al periodismo como pasión de su vida. Así fundó y dirigió 'El Diario de Trubia'; más tarde, en 1925, pasó a trabajar en 'La Región' de Oviedo, junto con Víctor de la Serna, firmando sus artículos como Antolín Cavada. Después se hizo cargo de la dirección de 'El Día de Palencia' y en 1932 de 'El Diario Montañés', hasta su jubilación en 1966.
Por su parte, Julio Poo San Román, nacido en Comillas en 1924, estudió en el seminario de esta localidad y dedicó su vida profesional al periodismo, primero en el diario 'Alerta' de Santander y posteriormente como redactor en El Diario Montañés, bajo la dirección de Manuel González Hoyos, donde yo le conocí y con quien aprendí periodismo activo y amistad.
He seguido vinculada a El Diario Montañés toda mi vida como colaboradora y lectora asidua y he recogido en mi libro 'Lo que vivimos' (2013) una serie de artículos que dan fe de esta vinculación. Y no quiero terminar sin elogiar la excelente prosa de Guillermo Balbona, que en nuestros días llena de luz y cultura las páginas de este periódico.
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