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Se acercan esos días del año en los que brotan más tópicos. El primero fija el foco en el sorteo de la popular Lotería Nacional. Un elevado porcentaje de las personas cuyo décimo no obtenga ni siquiera la devolución repetirán el topicazo «lo importante ... es tener salud». Estamos, sí, a las puertas del afamado «día de la salud», paradigma de que el que no se consuela es porque no quiere. Resulta muy curioso que, debido al capricho del azar, sean tantos los contribuyentes que llegan a la conclusión de que lo importante en la vida no es que toque el gordo o la pedrea sino tener salud, lotería cuyo premio deriva en valor incalculable. Falta haría que unos cuantos además de expresar en público tan obvio argumento fueran capaces de interiorizarlo de verdad y obrar en consecuencia; es decir, de basar su existencia en lo sustancial y no en lo material, error de errores.
Superado el feliz o frustrante episodio de la lotería navideña, modelo de imágenes mil veces vistas, afrontará el homo sapiens la siguiente valla de su particular carrera de obstáculos para quedar socialmente a la altura de las circunstancias: la Nochebuena. Tal día la expresión más escuchada será '¡Que paséis buena noche!'. Curiosamente, planteada sin anestesia por una gran cantidad de individuos que durante el resto de jornadas del calendario jamás le desean a nadie que pase una buena noche. Para semejante perfil de ejemplares, debe ser sólo agradable y placentera la de Nochebuena, oficial de paz. Las demás son puro y duro relleno. Por tanto, da lo mismo si se pasan mal. Y qué decir, claro, sobre el 'Feliz Navidad', tópico de tomo y lomo que en diciembre sale de bocas y plumas como si se activara de forma automática un resorte en las cuerdas vocales o en una de las muñecas de aquellos que lo manifiestan/redactan. Fue la novelista británica Jane Austen quien sentenció que «los tópicos más comunes, más necios, más usados, pueden resultar interesantes según la habilidad de quien los emplea». Jean sabía colocar el punto sobre la i. En efecto: cualquier lengua sutil, y las hay, puede manipular con arte que cuela. Tras unas palabras –pongamos, un deseo– que se acompañen del gesto adecuado a su teórico fondo, fardar de sensibilidad es facilísimo. Abundan los casos.
Ojo, pues, con los típicos tópicos. Hay que hacer con ellos lo que antaño se hacía con las lentejas compradas a granel: escoger. Nunca resulta oro todo lo que reluce, por mucho que algo reluzca, cuando de ciertos labios salen ciertas expresiones. Malo es conocerse…
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