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El día 10 de marzo, en la sección de Culturas de El Diario, leí una reseña sobre Matilde Camus en la que se decía textualmente: «La Banda Municipal de Santander que dirige Vicente Pelechano también revisará su obra mañana, en un concierto que tendrá lugar ... en el Palacio de La Magdalena a las 19,30 horas. El programa se compone de poemas de Matilde Camus que han sido musicalizados por la banda».
De inmediato supuse que eran, además de la 'Salve aviadora' a la virgen de Loreto, que tiene su sede en la Iglesia de Peñacastillo, los seis himnos que yo compuse sobre sus poéticas letras a: Santander, Monte, Cueto, Peña Castillo, San Román de la Llanilla, y al Racing. Pero tuve acceso al programa en cuestión y me quedé petrificado. Se trataba de un largo recital de 16 poemas que efectuaría su hija Matilde Guisandez, como invitada, con música de fondo de Wagner, T. Susado, J. Hermann y Mozart.
Debo decir que Matilde Camus y yo fuimos íntimos amigos, junto con nuestros respectivos cónyuges, y, además, mutuos colaboradores, ella como poetisa y yo como compositor. Ambos dejamos para la tierruca una huella que creíamos «imborrable». Obras que se estrenaron públicamente en sus respectivos lugares y que en 1984 se ofrecieron en concierto en la Sala Argenta del Palacio de Festivales, de los que se hicieron una edición de casetes, con su respectivas partituras, patrocinada por el Ayuntamiento.
Pero el Himno a Santander, por su singular trayectoria, se proclamó, con fecha 30/08/1997, como himno oficial de la ciudad, en un magno concierto realizado frente a la Catedral a través de un programa de mano firmado por el entonces alcalde de Santander, el señor Gonzalo Piñeiro, con presencia de autoridades civiles y religiosas, además del público en general, comprometiéndose a interpretarlo cada año, en dicha fecha tan señalada. En consecuencia, desde entonces, cada día 30 de agosto se vino interpretando en el patio de la Catedral de Santander, junto al también tristemente célebre Himno de Cantabria.
Ambos, de los que soy coautor, yacen «en El Monte el olvido» desde mi jubilación en el año 2003. Ante tales circunstancias, y sin ningún ánimo de polemizar, porque sería perder tiempo, uno se hace las siguientes reflexiones: ¿Cómo es posible que 'La Municipal', como ahora se le llama a la centenaria Banda de Música, y el Ayuntamiento de Santander se hayan olvidado de su compromiso con la ciudad? Es decir, ¿cómo se les ocurre celebrar el centenario de la gran poetisa e historiadora Matilde Camus recurriendo a poemas que no afectan directamente a la esencia cultural, racial y geofísica de Santander, contra lo que son, los himnos mencionados? ¿Qué tendrá que ver la música de los autores referidos, (Wagner, Mozart...) con unas letras que le son ajenas, y a las que, al arrullarlas como telón de fondo, sin conexión lírica entre ambas, se emborronan una a otra? ¿Cómo puede olvidarse, tan lamentablemente, unas letras musicadas, con perfecta simbiosis melódica, armónica y literaria, después de haberlas gustado y ensalzado con hondo placer y devoción folclórica durante años? ¿Cómo se puede recordar a una persona que se dice muy querida si no es evocando los momentos más íntimos que nos hizo vivir cuando habitó entre nosotros? Yo me pregunto.
Ante estas consideraciones, ese concierto de 'La Municipal' me parece inadecuado y fuera de lugar.
No voy a culpar al señor Pelechano de este enojoso evento, porque él ignora el historial de tales obras, pero los tres profesores músicos que me sucedieron provisionalmente en la dirección de la Banda Municipal de Música, junto al concejal responsable, debieran explicar por qué ese Himno de Santander, una de las 'glorias' de Matilde, se dejó de interpretar, tras mi jubilación, después de haberlo declarado el propio alcalde, pública y formalmente, 'Himno oficial' de la ciudad. Y, sobre todo, ¿por qué se ignora ese idilio entre Matilde Camus y la Banda Municipal de la ciudad? Nadie lo entiende.
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