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Es una bella historia de amor dedicada a Luisa y a José Ángel. Aquel idealista republicano se prendó de la jovencísima Angelines, estudiante de la escuela de enfermería en Valdecilla. Los paseos a la orilla de la bahía dejaron paso a una separación de intensa ... relación epistolar, mientras él, Primo Díaz Borbolla, se convertía en 1931 en el alcalde más joven de su pueblo, Herrerías, y uno de los más jóvenes de España. Primo no tenía odio en sus ideas de izquierdas, pero cuando las tropas sublevadas se impusieron, un familiar le denunció acusándole de planear una emboscada para asesinar a un abogado. Fue una falsedad que ocultaba un ajuste de cuentas por el reparto de unas tierras, pero fue suficiente para condenarlo a muerte.
Aunque la denunciante se desdijo, Primo fue encarcelado en la provincial de la calle Alta para ser fusilado. Pero Angelines Gutiérrez Querejeta se convirtió en un torbellino de amor. Por mediación de la madre superiora de Valdecilla, la hermana Bastos, consiguió una petición de indulto del obispo de Santander dirigida a Francisco Franco. El mismo Eguino y Trecu recomendó que la carta se entregara personalmente. Y así hizo Angelines que viajó a Burgos y esperó 18 días ante la Capitanía General. Su perseverancia fue limando barreras hasta que un centinela se apiadó de ella. Cuando cruzó la puerta de su despacho, Franco se sorprendió ante el arrojo de aquella chiquilla. Leyó la carta, miró a Angelines y se rindió a la súplica. «Parece un buen hombre», dijo. Y firmó.
El indulto llegó cuando, en el corredor de la muerte, Primo ya había escrito a Angelines su carta de despedida, la más valiosa herencia de sus hijas. Una de ellas, mi amiga Luisa, renueva hoy esa historia de amor y valentía de una mujer capaz de derrotar a un dictador invencible, sin memoria histórica que empañe la verdad.
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