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Los buenos deseos que estos días tanto se prodigan, no parecen suficientes para que 2025 sea el ansiado año de la paz en el mundo. Dentro de una semana se estrenará con cuarenta y dos conflictos armados, según datos de informes oficiales, a los que ... habría que añadir para mayor preocupación los que crean las pandillas que proliferan en algunos países o los atentados terroristas itinerantes de las organizaciones yihadistas.
La conclusión es que el hombre, al margen de su raza, nacionalidad o religión es incapaz de vivir en paz con sus semejantes. El año termina con dos grandes guerras, la que enfrenta a Ucrania y Rusia y la que libra Israel con las milicias palestinas en Gaza y el Sur del Líbano. Las víctimas mortales se calcula que se aproximan al millón, a las que habrá que añadir otros tantos heridos o inválidos y los destrozos materiales que tanto dificultarán la vida a los supervivientes.
Pero además de estas dos guerras, que por su importancia y transcendencia pensando en el futuro despiertan mayor preocupación, hay bastantes más, unas activas y otras larvadas en un receso que puede estallar en cualquier momento. Predominan en el continente africano, aunque no están libres de conflictos graves los otros cuatro. Quizás a estas alturas las más graves sean las de Siria, cuya situación tras del derrocamiento y huida del presidente Assad, continúa sumida en la incertidumbre sobre su evolución así como la de Sudán.
El antiguo Sudán de los tiempos de las independencias se halla dividido en dos estados, Sudán del Norte, capital Jartung, que mantiene la tradición musulmana, y Sudán del Sur, capital Yuba, y religión cristiana. Después de muchos años de enfrentamiento, la división les devolvió la paz, lo cual no es obstáculo para que ahora los dos están enfrascados en sendas guerras civiles y las dos en luchas por el control del poder político derivadas de las ambiciones de cada uno de los dos vicepresidentes en gobiernos mal avenidos.
La más grave es la de Sudán del Norte donde después de dos años el balance de muertos en las luchas en las ciudades más importantes rebasa el medio millón mientras tres millones han tenido que huir y exiliarse en los países vecinos, especialmente en Egipto y el Chad. Algo parecido en la Libia post Gadafi donde el país se halla repartido entre el Gobierno reconocido de Trípoli y el del general Jalifa Hafter cuyas fuerzas controlan la parte nororiental del país con sede en Bengasi.
La lista la guerra del Yemen, que desde hace siete años también mantiene dividido el país con dos gobiernos, el del norte bajo control de los hutíes apoyados por Irán, y el del Sur, sostenido por Arabia Saudita o la disputa armada por el enclave Nagorno Karabaj, que enfrentan Azerbaiyán y Armenia, sin olvidar la guerra civil entre los militares y la oposición en Myanmar, además de contienda la de Mali, también de las más antiguas y confusas, o la de ahora silenciosa de Cachemira. Todo sin olvidar que dentro de tres semanas tendremos al polémico Donald Trump arbitrando esa paz quizás imposible que tanto se resiste.
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