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Bueno, costó lo suyo, pero la investidura de un Gobierno hipotecado a perpetuidad está listo para la firma avalada por 179 diputados que en julio habían prometido no aceptar ninguna de las bases del acuerdo logrado entre los restos de un PSOE destrozado y la ... pléyade de partidos que han puesto sus votos parlamentarios en subasta. Faltan unas horas aún para que la operación, de evidente corte mercantil más que político, se cierre e inmediatamente se pongan en marcha los plazos convenidos, unos por escrito y otros verbales, que de una forma u otra tendremos que pagar los españoles a los compatriotas que no quieren serlo y aprovechar para denigrarnos por el mundo adelante.
Habrá que ver, claro, como se las apaña el jefe del Ejecutivo para gobernar con tantas instituciones y ciudadanos que discrepan y al mismo tiempo atender las exigencias variadas de los acreedores de origen terrorista, independentista, golpista, etcétera que lo apoyan. Todos al tiempo, reclamando amnistías, transferencias de poderes, liquidación de deudas y libertad para seguir operando en sus estrategias por imponer la desigualdad de sus ambiciones y la libertad para conseguir los objetivos partiendo del empeño en descuartizar el país que les vio nacer y crecer desde el odio a la herencia histórica recibida, al idioma que les facilita entenderse con medio mundo y la creencia de que sin unidad ni solidaridad con los demás van a vivir mejor.
El problema a la hora de exigir el cumplimiento de los compromisos contraídos surgirá cuando la central de reclamaciones, que no podrá ser otra que las cámaras parlamentarias, no pueda atender tantas exigencias al tiempo y cómo van a responder a las de signo negativo. Sánchez tendrá que multiplicarse para seguir promocionándose en Bruselas y, en Madrid, intentando satisfacer al mismo tiempo a las demandas de ERC y Junts, especialmente cuando ambas formaciones independentistas tengan que batirse en las elecciones autonómicas. Y lo mismo cabría decir cuando toque votar en Euskadi y el PNV se las vea con Bildu queriendo volver a las andadas y Otegi a donde solía.
Malas perspectivas para un Gobierno que se estrena contra la mitad de los ciudadanos y una oposición mayoritaria con representantes propios, además de asuntos graves olvidados que resolver, desde la inflación a la amenaza migratoria hasta el desempleo. Y todo, también es mala suerte, estar inconscientemente hipotecado hasta las orejas cuando el mundo, igual que España, se ha partido en dos, las buenas perspectivas económicas globalizadas han volado y el ambiente de guerra amenaza vidas y vigoriza rencores.
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