Las tareas de casa

Las tareas del hogar son tediosas, a la par que poco reconocidas, sin retribución económica alguna, ingratas y causantes de dolores de espalda. Si te ... gusta cocinar, se puede perder una mañana preparando el menú del día, con algo para el resto de la semana y un poco más para congelar. Pero esa obligación diaria tiene sus inconvenientes. Recuerdo a mi madre, con el delantal ceñido a la cintura, diciendo aquello de: «el problema no es guisar, es pensar qué hacer que contente a todos los de casa». Y es que a unos las alubias les gustan con chorizo, a otros con morcilla, alguno reclama la legumbre blanca con almejas y otros el carico montañés con puerro y pimiento verde… Con sofrito o sin él. Eso sin entrar en la eterna lucha de la tortilla con o sin cebolla, cuajada o poco hecha. Y sin entrar en otras profundidades está la lavadora, la plancha, la aspiradora, etc. A mí, que ejerzo este oficio no al 100%, hay dos cosas que me desesperan. Poner la funda nórdica del edredón me produce, creo, hasta fiebre. Tardo una hora en encajarlo, si es que encaja bien, y el primer dolor de riñones de la jornada. He mirado por internet cómo hacerlo de manera fácil, pero me sigue siendo imposible. No me extraña que al norte de nuestro continente ese invento maligno no exista. Me produce un profundo malestar también preparar la basura, poner la bolsa nueva en su lugar, seleccionar para el reciclado –en mi casa obligatorio– y bajarla al contenedor. En verano tiene un pase, pero en invierno es harina de otro costal, solo salvable si hay una tasca cerca. Un café o una cerveza para los más atrevidos reconfortan y los fines de semana la primera parte del partido de la jornada son un añadido. Hay que tener en cuenta que, en muchas ocasiones, uno debe de quitarse la ropa de andar por casa y abrigarse, ya que los lumbares, a esas horas están ya machacados. Y Dios otorgue larga vida a las mujeres y hombres que, además trabajar todo el día, no ven el momento de tumbarse en el sofá.