Diez años después
Cantabria positiva ·
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Cantabria positiva ·
La foto de una década de Cantabria muestra menos albañiles, obreros y encofradores, pero más docentes, sanitarios y camarerosEn Cantabria tenemos muy poca gente más en el trabajo que hace una década. La afiliación media a la Seguridad Social ha subido solo ... un 2% desde entonces; en España ha aumentado más de un 9%, así que no le digo más, porque las comparaciones son odiosas. Pero no solo es importante tomar nota de esta dinámica de dificultad en la creación de empleo (a pesar de que desde 2014 estamos en recuperación y debería haberse notado mucho más), sino también considerar la distribución del empleo por tipos de actividad, que también ha variado.
En efecto, en esta década transcurrida entre aquel febrero de 2010 y el más reciente, se han evaporado casi 11.000 empleos cántabros entre la industria manufacturera, la construcción y el sector de finanzas y seguros. Por el contrario, se han generado puestos de trabajo, sobre todo y por este orden, en la enseñanza, los servicios sanitarios y sociales, los administrativos y auxiliares y, finalmente, la hostelería. Hay algo más que entonces en comercio y en administración pública, pero con cifras modestísimas.
Dicho de otro modo: hemos perdido albañiles y encofradores; oficiales y técnicos de fábricas; y bancarios y gestores de seguros. Hemos ganado: profesores, sanitarios, asistentes sociales, auxiliares de servicios y camareros.
Notará usted que este cambio representa un doble giro. En primer lugar, del empleo privado hacia el público, ya que buena parte de los nichos de empleo nuevos son o funcionariales o para-funcionariales (pues son privados, pero en servicios concertados o contratados por el sector público, es decir, alimentados por el presupuesto municipal, autonómico o central). Esto tiene una segunda derivada: la mayor rigidez en la composición del presupuesto y su menor dedicación a inversiones.
En segundo lugar, hay un giro de trabajos bien remunerados y con incentivos a trabajos de salarios menos altos y/o precarios o de interinaje y temporada. Esto también afecta a aquellas personas que, aun dependiendo del sector público, lo están en condiciones no estándar del funcionariado.
No se escapará un corolario adicional: si se reduce el empleo privado de contribución potente y aumenta el empleo público o privado de (en parte) contribución débil, ¿cómo hacer viable la base económica del estado del bienestar? Me parece que casi nadie está considerando este problema en su preocupante dimensión. Esta mutación del empleo se hará más pronunciada aún si la industria sigue cabeceando, la construcción ayunando de licitaciones y normas urbanísticas (las están peinando, van a quedar niqueladas sobre la lápida del sector) y los servicios concentrándose en lo irregular o el poco valor añadido. El algodón no engaña y las afiliaciones a la Seguridad Social, tampoco. Quien tenga oídos, que oiga.
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