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Sugerencia sonora para acompañar la lectura: 'La cura', de Franco Battiato.
Aquí estoy, como todas y todos, estupefacto por esta guerra más digna del siglo pasado que de este. Aunque resulta desafinado juntar palabras como «guerra» y «digna». Porque si de algo desprende una ... invasión así es de su propia dignidad a las personas que hasta hace unas semanas habitaban pacíficamente un lugar. Estos días me pregunto qué tipo de crianza habrá tenido un ser tan frío y desalmado como Putin. Imagino una falta sustancial de amor. De ahí su ausencia de humanidad y empatía. De la pésima crianza -o de la carencia de ella- salieron las más crueles personas (perdón, personajes) de la historia. Resulta contradictorio. Para conducir cualquier tipo de vehículo, necesitas superar exámenes teóricos y prácticos. Para ejercer un oficio, has de afrontar diversas y duras pruebas. Para acceder a un puesto de trabajo, has de acumular infinidad de virtudes en tu currículo... Sin embargo, cualquier desalmado puede traer vida sin tener en cuenta que en «cada niño nace la humanidad», como acertó a decir Jacinto Benavente. No tienes que superar ni tan siquiera el leve trámite de un test psicotécnico. Sin corte previo se puede poner en circulación entre la humanidad a un ser que actuará en consecuencia de lo visto, oído, gozado o sufrido durante esos años primeros... Es como entregar armas sin ningún control al primer sujeto que pasa por la calle.
Si a esto le sumas tal concentración de poder en un solo individuo, como en el caso del dirigente (?) ruso, el resultado es fatal.
Me pregunto cuántas guerras se hubieran llevado a cabo si el que las ordena -o sus vástagos- tuvieran que ir a la primera línea del frente. Decía el poeta francés Paul Valéry que «la guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero no se masacran». Desde el calor y la seguridad de palacio no debe de ser difícil gritar «¡Fuego!».
Hay ciertos medios de comunicación que me resultan repugnantes por su manera de tratar este tipo de acontecimientos. Con un sensacionalismo indigno. Aunque no soy quién para dictar sentencias sobre nada, es de un gusto al menos cuestionable.
Me niego a cerrar la columna de este mes con oscuridad. Porque no nos la merecemos. Porque hoy han brotado algunas flores, han nacido niños que esperan su buena crianza, se han publicado muchos libros, se han lanzado nuevas canciones al mundo, estrenamos una nueva primavera, la ola gigante de solidaridad sigue creciendo y abrazando a los desamparados (hasta hace días ciudadanos con derechos)... Mientras casi todo el planeta desea fervientemente que cese el fuego, no solo en Ucrania sino en todos los lugares en conflicto, me sumo a la rotundidad de Cicerón: «Preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras». Amén, y sin tilde también.
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