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El tercer curso político de la legislatura municipal comienza con una remodelación del equipo de gobierno, fruto de una crisis producida por la dimisión del ... concejal Gerson Lizari, un regionalista diplomado en Empresariales sobre quien recayó la responsabilidad de la Concejalía de Movilidad, Urbanismo y Vivienda, en una ciudad con la tarea pendiente de dotarla de un nuevo plan general de ordenación urbana. Un área especialmente sensible para el asentamiento social ya que posibilitará, por ejemplo, la construcción de casi dos mil viviendas en zonas como Campuzano o Mies de Vega; una de cada tres, de protección oficial y de promoción pública. Torrelavega bordea peligrosamente la cifra de 50.000 habitantes, cuyo descenso tendría implicaciones sociales, económicas y políticas trascendentales, por lo que se hace imprescindible tomar pronto decisiones que rescaten al amplio sector de la ciudadanía menor de 40 años, que ha sido desterrado por carencia habitacional en el municipio. Es, pues, ésta, una concejalía en absoluto baladí. La dimisión de Lizari, insuficientemente o nada explicada, escondida bajo el habitual paraguas de 'motivos personales o profesionales', deja, no obstante, un esperanzador halo de cierta dignidad política. En todos los ordenes de la vida -y quizás con más motivo, en este- debería ser exigible la aplicación de un trinomio: disponer de suficientes méritos para llegar, demostrar un ejemplar ejercicio de gestión para permanecer, y la dignidad e inteligencia necesaria para saber marcharse. Los tres factores, especialmente el saber estar e irse, se resumen en una palabra y en una forma de vida: dignidad, mínimo exigible, en este caso, para un político. La moralidad es imprescindible para quien decide asuntos de interés público, por lo que es necesario un alto grado de excelencia moral, penosamente ya poco frecuente, cuando nos han obligado a asumir, con indeseable normalidad, los saqueos morales, económicos y políticos que se ejercen contra los ciudadanos. La crisis de gobierno municipal la ha resuelto Javier López Estrada repartiendo la gestión, hasta ahora concentrada en Lizari, entre tres concejales, promediando, además, en ellos, los 45.000 euros que implicaba la liberación del concejal regionalista. Hay un interesante estudio titulado 'Democracia, control político y rendición de cuentas. El antecedente griego', de recomendable lectura, firmado por Alejandra Ríos y Laura Fuentes, que explica que los atenienses, que inventaron el término 'democracia' -esencia del poder del pueblo- imponían no acumular cargos. La dignidad no es negociable, sentenció José Saramago, pero no debe quedarse ahí, solo en palabras y actitudes, hay que alimentarla con toda la verdad -explicaciones de por qué se toman las decisiones- y Gerson Lizari, sin necesidad de zaherir a su partido, debería dar a conocer las claves de su decisión, porque la política, no se olvide, no es la gestión de asuntos particulares.
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Ana del Castillo
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