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El estallido de la crisis larvada durante meses en el Partido Popular podría acallarse en unas semanas y recuperar estado de normalidad, pero la derecha española tiene un problema de identidad que, muy posiblemente, quede sin resolver. Lo sucedido en la lucha fratricida entre ... Pablo Casado y Díaz Ayuso no es sólo un asunto personal, ni siquiera una cuestión de pugna por el poder. La raíz del enfrentamiento que ha provocado un daño de gravedad a la derecha es mucho más profunda: la necesaria elección entre dos modelos políticos.
El enfrentamiento entre Casado y Ayuso supone la contraposición de dos formas de entender la estrategia política de un partido situado en la oposición, que aspira a gobernar: el planteamiento de Casado y su equipo ha sido mantener un perfil bajo, seguro de que su mayor fortaleza es la gestión de la economía. El PP ha rehuido el cuerpo a cuerpo en los temas ideológicos y no ha tratado de recuperar los medios de comunicación, que perdió por la gestión equivocada de Mariano Rajoy. Parece limitarse a esperar que el desgaste del gobierno, cuarteado por sus diferencias internas y la mala gestión de la economía, entregue la mayoría al PP.
En ese paisaje aparece Isabel Díaz Ayuso que, con el asesoramiento de Miguel Ángel Rodríguez, utiliza otra forma de gobernar: plantando cara al gobierno de Sánchez, arriesgando en su toma de medidas y con la certeza de que las ideas y las emociones son esenciales para lograr atraer el voto de muchos españoles. Cuando se pone a prueba la estrategia de Ayuso, en las elecciones madrileñas anticipadas, resulta que los electores dan la razón a la presidenta de Madrid y dejan a la intemperie los axiomas de Casado y Egea.
En ese triunfo en las urnas reside la gran pregunta que se hace la derecha: ¿Seguir la senda iniciada por Díaz Ayuso o persistir en la espera de que la izquierda caiga como fruta madura? Pablo Casado ha sido incapaz de aceptar que una buena parte del electorado de derechas prefiere el argumentario de Díaz Ayuso al que le ofrece el PP tradicional. Quieren menos impuestos y enfrentar sus ideas con las que sostiene la izquierda, de igual a igual. En el PP muchos dirigentes evitan la palabra derecha a la hora de definir a su partido y optan por denominaciones como centroderecha, derecha moderada, etc. Ese mensaje, en una España con un gobierno de la izquierda socialdemócrata, apoyado por separatistas, comunistas y herederos de ETA, parece débil a los ojos de muchos votantes.
La relación con Vox es otro de los puntos de fricción. En la derecha española la mayoría no olvida que Vox nace de una escisión del propio Partido Popular. Un grupo de personas vinculadas al PP decidieron crear Denaes, una agrupación que se bautiza como Defensa de la Nación Española. Entre sus fundadores el propio Santiago Abascal o Alejo Vidal Cuadras, ambos militantes del PP, y el cántabro Ricardo Garrudo. Tienen claro que deben ir de frente con sus ideas y no temen contrastar su programa con el del PSOE o la extrema izquierda de Podemos. La escisión del PP se consolida y en ese contexto los votantes de derechas quieren un partido que defienda, sin ambigüedades ni temores, el programa de refuerzo de la Constitución, la libertad, la colaboración público-privada en los servicios, la integración en Europa... y buscan la reunificación de la derecha.
Ahora, la dirección del PP que dice adiós se parece a la que llega de la mano de Núñez Feijóo en que ambas rechazan el entendimiento con Vox e incluso transitan del rechazo o la indiferencia, a los ataques más duros contra las huestes de Abascal. El PP no ha sido capaz, o no ha querido, trazar el mapa político con precisión y equilibro. Si Vox es la ultraderecha, Podemos será la ultraizquierda y los partidos que además de posicionamiento ideológico llevan en su ADN la quiebra de la Constitución, la independencia de sus regiones o la imposición de un sistema más cercano al comunismo que a la social democracia estarán casi fuera del sistema. Desde esa lectura, el rechazo al extremismo no puede aplicarse solamente a la derecha, sino al conjunto de partidos políticos.
La tarea fundamental de Feijóo será definir la estrategia del PP, si será continuista o más audaz y también fijar la posición respecto a Vox, con imposibilidad de pacto o abierto al entendimiento para gobernar.
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