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En contra de lo que la inmensa mayoría pensaba unos meses atrás, no sólo ocurre que la inflación está desbocada, sino que, además, amenaza con enquistarse en la práctica totalidad de los países, sobre todo en los europeos y, muy especialmente, en España. Naturalmente, esa ... nueva e imprevista situación está obligando a reaccionar a los bancos centrales, siendo la Reserva Federal norteamericana la que primero ha optado por elevar los tipos de interés. En Europa, al menos de momento, la reacción está siendo más cauta, siquiera sea porque la situación en el viejo continente es más compleja que en Estados Unidos. En todo caso, el BCE ya ha empezado a reducir sus compras de deuda y ha anunciado que, en breve, se suprimirán en su totalidad.
En este contexto, las preguntas que procede plantearse son básicamente dos: la primera, cuándo decidirá el BCE elevar el tipo de interés de referencia; la segunda, cuál será la cuantía de esta subida. Aunque para ninguna de estas dos preguntas tenemos una respuesta taxativa, todo parece indicar que la de la segunda es menos complicada: opino que, al menos inicialmente, la subida de tipos será bastante modesta. En cuanto a la primera, creo que todo dependerá, asimismo, de dos factores: por un lado, de la duración de la guerra en Ucrania y, por otro, de si las fuertes presiones inflacionistas actuales se atemperan o se recrudecen. Por desgracia, ninguno de estos dos factores muestra una tendencia clara, por lo que la interrogante seguirá abierta durante algún tiempo.
Lo que parece indiscutible es que, antes o después, se producirá una subida de tipos y que, aunque todo dependerá de su magnitud, afectará negativamente a la marcha de la economía pese a que, como es lógico, se espera que ayude a controlar la inflación. Varios son los canales a través de los que la actividad económica se resentirá. Por un lado, es evidente que lo hará por el canal del consumo, sobre todo en lo que atañe al consumo de bienes duraderos. Por otro lado, a través del canal de la inversión: directamente, porque el coste de la misma se elevará e, indirectamente, porque la reducción del consumo perjudicará la continuidad de viejos proyectos de inversión y lastrará la puesta en marcha de otros nuevos. Una tercera vía por la que la subida de tipos dañará a la economía es la de las finanzas públicas, ya que el coste del servicio de la deuda empezará a elevarse (lo que conllevará, casi con toda seguridad, una reducción de la inversión pública) y se tornará más difícil (y caro) endeudarse en los mercados internacionales (lo que forzará a proceder a una consolidación fiscal, que no significa otra cosa que menos gasto público y/o más presión impositiva).
Como es lógico, no todos los efectos esperados del alza de tipos serán negativos pues, en ese caso, no tendría sentido que se produjera. El aspecto positivo es, tal y como apuntaba previamente, que facilitará el control de la inflación por lo que, si esto se lograra, la situación podría retornar a algo parecido a la normalidad.
Teniendo en cuenta todo lo dicho, y ahí está el gran problema, de lo que se trata es de que el BCE articule una política monetaria más rigurosa que la desplegada hasta ahora (que, recordémoslo, por mor de las circunstancias ha sido muy relajada), pero que no lo sea tanto como para ahogar completamente las posibilidades de recuperación. Me estoy refiriendo a lo que se conoce como una política de ajuste fino (fine tuning), que es muy fácil de definir (hacer pequeños ajustes para obtener los mejores resultados posibles) pero tremendamente difícil de diseñar.
Lo que sí está claro, en todo caso, es que tenemos un horizonte económico mundial muy complicado en el corto y medio plazo (el FMI ha rebajado para este año las previsiones de crecimiento de 143 economías que representan el 86% del PIB mundial) y que todas las políticas económicas, y no sólo la monetaria, se van a volver más estrictas. Se confirma, entonces, aquello que pronosticaba no hace mucho de 'agárrense, que vienen curvas', a menos, claro está, de que la situación en Ucrania inicie una desescalada rápida y potente. De no ser así, y nada apunta a que pueda serlo, las políticas monetaria y fiscal, y todas las demás, se endurecerán, con lo que la recuperación económica tendrá que esperar.
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