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El diluvio del Génesis purgó los pecados de la humanidad en una simbólica catarsis. Sobre nosotros ha llovido estos días otra furiosa tempestad, menos universal, ... que desnuda nuestra fragilidad ante fenómenos como la ciclogénesis, que podemos bautizar pero no impedir.
Últimamente se habían precipitado señales que auguraban el advenimiento de un apocalipsis purificador. La inquietante convulsión política cántabra, donde se atropellan los terremotos, estaba generando un eufórico estado de agitación. El cataclismo autodestructivo podemita, la plaga de Vox, las penalidades internas de Ciudadanos, el caos –no sabemos si bicéfalo o acéfalo– de los populares, los cambios de chaquetas políticas fruto del despecho, y la consecuencia del sainete: el calamitoso espectáculo del Parlamento, donde los diputados cambian de asiento con insólito desparpajo, como en una sesión de cine de barrio sin numerar. Tanta perturbación parece haber invocado un inclemente y monumental diluvio para depurar el ambiente.
Ocurre, que, desafiando la costumbre, tras la tempestad no ha llegado la calma. El presidente Revilla y el delegado del Gobierno Zuloaga rivalizan por ver quién representa el papel de Noé y coge el timón del arca de la salvación, que conducirá al pueblo al éxtasis de la victoria en la próxima primavera electoral. La epopeya del diluvio no ha aplacado el remolino político. Las aguas bajan aún más turbulentas. Entre PRC y PSOE se ha abierto una brecha aún mayor. El Gobierno de Cantabria se separa en dos. Como 'Valde' y 'Cilla', las mascotas del hospital. Como el milagroso prodigio de Moisés que abrió por la mitad las aguas del Mar Rojo. Así, emulando la épica bíblica, separado en dos orillas ha quedado el municipio de Cabuérniga, incomunicado por los argayos.
Afortunadamente la riada parece haber arrastrado algo bueno: las pésimas cifras de paro. Cantabria tiene un 30% menos de desempleados que hace un año, presumen las estimaciones de la EPA.
Narran las sagradas escrituras que después del diluvio apareció un arcoíris sobre las nubes. Esperemos que la estadística de empleo no sea un espejismo similar. Ojalá que la alegría sobreviva a las lluvias abril y al sol de mayo electoral.
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