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Dios salve a la reina, porque la Historia probablemente no lo hará. Entiendo que en este caso existe un duelo colectivo, mucho más intenso que en el de la jubilación voluntaria de otra figura beatífica, Ángela Merkel, la canciller alemana, aunque solo sea porque aquí ... la persona ha fallecido (pasar 'a mejor vida' no sé si será posible, viendo los palacios y la sombrerería). Tampoco quiero ofender a ningún británico residente en Cantabria, en un momento de tristeza nacional. Respeto su sentir.
Sin embargo, me temo que cuando pase la pena y se haga balance objetivo, dentro de unos meses, el balance retrospectivo no será bueno. El de Merkel fue una recesión innecesaria, auge del populismo, reforzamiento de individuos de designio sospechoso como Putin o Erdogan. No tiene mi aplauso. El de Isabel II es una sociedad descoyuntada, que acaba de librarse de un primer ministro estrambótico y que ha apostado por un nacionalismo inglés que está pulverizando relaciones con los vecinos europeos y la cohesión interna del Reino Unido, desde Escocia hasta Irlanda del Norte. Su real familia ha sido regularmente fuente de líos considerables, y su rango de multimillonarios y terratenientes se compadece mal con el hecho de que se esté proponiendo dar comida gratis en la escuela a los niños británicos, para evitar que sufran hambre o malnutrición. Después de 70 años, ¿comer en la escuela o no comer?
Se dirá que todo esto no es culpa de la Corona, que no gestiona el país, sino de los gobiernos y parlamentos. Pero no es verdad del todo. Gran parte de la ajustada mayoría del 'Brexit' se compuso de un reflejo nostálgico imperial que una reina en tonos pastel y amante de los caballos ayudaba a alimentar. Ella nació y asumió el trono en una Gran Bretaña imperial, y mantuvo siempre la estética de ciertas esencias victorianas. Seguramente pensaba que era su deber y actuó en conciencia. También mucho izquierdismo inconsecuente, como el de Jeremy Corbyn, el de La Chingada del post-cántabro Andrés Manuel López Obrador, se debió a irritación social ante enormes desigualdades de fortuna en un país que se supone rico.
Que simbolizaba algo muy importante para los británicos es claro en los sentimientos manifestados en estos días. Pero si preguntamos el proyecto británico que el nuevo rey debe simbolizar, la respuesta está más despeinada que Boris Johnson.
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