El dique de Molnedo en Puertochico
No es el momento y tampoco es el lugar
GRUPO ALCEDA
Jueves, 29 de octubre 2020, 07:24
Secciones
Servicios
Destacamos
GRUPO ALCEDA
Jueves, 29 de octubre 2020, 07:24
Leemos en la prensa local que el Ayuntamiento de Santander pretende realizar un nuevo proyecto en la ciudad, el acondicionamiento del malecón de Molnedo, el dique que cierra la dársena del mismo nombre, comúnmente conocido como Puertochico. Se quiere transformar en zona de paseo, ... algo que ya es.
La noticia se ilustra con infografías en las que se puede ver la innecesaria sustitución de las antiguas losas por placas de materiales modernos y el lugar invadido por una anodina sucesión de jardineras que en nada hace recordar al dique marinero que siempre fue. ¿Es necesario transformar de manera tan drástica este lugar?, ¿es un momento razonable para hacerlo? Desprender a este lugar de su verdadera esencia es o debiera ser un atentado contra el espacio público, el que es de todos.
Para saber de lo que estamos hablando conviene repasar un poco su historia, pues tiene suma importancia a la hora de tratar estos lugares. No todos son iguales y algunos se merecen un especial respeto en su tratamiento
Hasta finalizar el siglo XIX cualquier buque costero de vela o motor que quisiera fondear en nuestra ciudad lo hacía en la llamada dársena de la Ribera, donde hoy se encuentra la plaza de Alfonso XIII y los jardines de Pereda. Con el crecimiento de la ciudad este muelle fue quedándose pequeño y con poco calado, por lo que fue necesario buscar otro lugar más apropiado, y se optó por realizar unos nuevos muelles en los terrenos ganados al mar hacia el este, frente al Paseo de Pereda, los actuales muelles de Calderón, y crear también una nueva dársena que popularmente se denominó Puertochico.
La dársena de Molnedo vino a sustituir en su función a la antigua dársena de la Ribera, si bien, los barcos de mayor calado continuaron atracando en los muelles de Maliaño, hacia el oeste.
Puertochico fue ocupado principalmente por una antigua población marinera, que años después se trasladaría al Barrio Pesquero. El retrato de las barcazas con su faena atracadas en una de las rampas, con aquellas recias mujeres con amplios cestos sobre sus cabezas, descargando la pesca, para llevarlo a vender en los mercados, conforman una estampa inconfundible y singular cuyo tipismo fue capturado por nuestros narradores, pintores y fotógrafos, una imagen que ya forma parte del imaginario colectivo. Allí se esperaba a los pescadores que regresaban y se lloró a los que no volvieron, cuando la mar embravecía. Y hasta no hace demasiados años se veía a las pescadoras extender las redes y arreglarlas para la faena del día siguiente. José Gutiérrez-Solana, Pancho Cossío, Rafael González-Echegaray, Rafael Gutiérrez-Colomer, Simón Cabarga, José Luis Casado Soto, Amós de Escalante, Víctor de la Serna, Gerardo Diego, José del Río Sainz 'Pick', Faci, Samot o Duomarco, entre otros, nos dejaron sus testimonios en papel, fotografía o en lienzo, testimonios todos ellos tangibles de la memoria del lugar.
Las obras para la construcción de la dársena de Molnedo con su dique de protección comenzaron el 16 de noviembre de 1882, dragándose para facilitar el atraque de barcos de gran calado en 1887. Un año después se la bautiza como dársena de Navarro y en 1897 la obra se da por concluida. Rafael Gutiérrez-Colomer escribe que la piedra para asentar el dique se transportó en gabarrones y que para mayor fortaleza de la fábrica se utilizó gran cantidad de hormigón hidráulico. Quince años costó terminarla, los medios de aquellos tiempos eran diferentes a los actuales.
Esta obra es un ejemplo de construcción de aquella época, con su hermosa alineación de arcos y bóvedas transversales que representa un importante patrimonio de la ingeniería marítima en Santander, merecedora de algún tipo de protección cultural, similar al cercano dique seco de Gamazo, declarado monumento con la categoría de BIC.
Puertochico sigue siendo un típico puerto del Cantábrico, otros barcos lo fondean, pero se mantiene el sabor de lo que fue. Su malecón siempre fue un lugar de paseo y de observación, «de tantas cosas que suceden a cada momento sobre nuestra plaza mayor líquida», que dice nuestro querido poeta Fernando Abascal. Solo hay que pasar, pasear y contemplar. El lugar es un camino a ninguna parte donde salirse del bullicio para perderse un rato en sí mismo. A un lugar así se le ha de respetar su memoria, la de un puerto bañado de recuerdos como mares. No está necesitado de ideas, si no de cariño, de aprecio, de respeto. El lugar solo quiere ser lo que siempre ha sido, un noble y orgulloso malecón que defiende a sus embarcaciones como una madre defiende a sus crías. No necesita que lo disfracen de lo que no es, ni que lo transformen en un jardín marbellí como lo presentan frívolamente las infografías. No es el lugar ni tampoco es el momento. No es necesario explicar que la actual crisis económica-sanitaria con situaciones durísimas para muchas personas, es prioritaria, antes que acometer esta inentendible, innecesaria y desacertada intervención.
Hay lugares cuya historia conforma su propia esencia y razón de ser y que debieran tratarse desde el conocimiento y respeto que merecen. Los gestores municipales no son los dueños de la ciudad, ni por el hecho de haber sido elegidos como representantes tienen por qué saber de todo. Por ello, este tipo de actuaciones deberían estar debidamente asesoradas por historiadores y conocedores del patrimonio, que velen por preservar sus valores históricos y culturales desde el conocimiento.
Firmantes: Aurelio G-Riancho, Esperanza Botella, Celestina Losada, Domingo de la Lastra, Claudio Planás, Orestes Cendrero, Montse Martín-Saiz, Esther Sainz-Pardo, José Ramón Díaz de Terán, María García-Guinea, Karen Mazarrasa, Rosa Coterillo, Mercedes Fernández, Ana Trimallez, María Luisa Ruiz Rodríguez, María José Trimallez, Joaquín Mantilla, Manuel Zúñiga, Javier Gómez-Acebo, Mina Moro, Ana Lastra y Luis Villegas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.