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«Te vas a la Vuelta a España. Avisa al fotógrafo». José Antonio Gurriarán, orensano de El Barco de Valdeorras, llegó a El Diario Montañés para cambiarlo todo, aunque sus ideas avanzadas y portadas provocadoras escandalizaron a la conservadora sociedad santanderina de finales de los ... años sesenta. Gurriarán modernizó el periódico, no le tembló el pulso en la toma de decisiones arriesgadas, y confió tanto en los jóvenes que envió a un adolescente al País Vasco dos días después de que ETA iniciara su escalada criminal haciendo estallar una bomba en el puerto de Urbasa al paso de la carrera. En la etapa final de Bilbao, rodeados de guardiaciviles, hubo festival montañés con victoria de Martín Piñera, seguido de Ventura Díaz, mientras Pérez Francés, quien siempre sostuvo que le robaron el liderato en favor de Gimondi, terminó segundo en la general.
Conocí durante solo seis meses a Manuel González Hoyos. Con Gurriarán llegó la revolución del periodismo real y de calle, el diseño y el salto adelante truncado después. Cuando transitamos por el año en el que El Diario cumple ciento veinte, quizás se le permita un comentario breve sobre los directores a quien ha trabajado con nueve de los trece que ha tenido el periódico a lo largo de su historia, y a quien le pertenece, en cierto modo, más de una tercera parte de esas doce décadas. Es verdad que, aun tratándose de un récord en el periodismo local, el dato de tantos directores no tiene más valor que el curioso. Téngase en cuenta que si entre tres -Ángel Quintana, el primero, Hoyos y Castañeda- acaparan ochenta y ocho años, apenas quedan treinta y dos para los restantes. La explicación reside en que en la década de los setenta hubo casi un director por año.
Excluido el mérito, queda el relato. Desde el comienzo con González Hoyos, poeta excelso, a la colaboración con Íñigo Noriega y la nueva era digital. En el largo camino, Gurriarán, cambio y arrojo; Florencio de la Lama, subdirector eterno, director efímero y maestro protector, también en Hoja del Lunes; José Aurelio Valdeón, inclasificable, humano y cercano; Miguel Ángel Santamaría, televisivo y pintoresco; Ramón San Juan, en una época turbulenta, muy difícil; Manuel Ángel Castañeda, milagro y triunfo, y José Miguel Santamaría, hoy director de El Correo, que trajo otro estilo. No es solo cuestión de edad lo vivido sino de oportunidad y éxito. Con Castañeda al timón, y Mariano Linares en la presidencia, transformamos un diario de escasa tirada y pocos medios en una potencia periodística y económica. Y sentimos, por ello, un legítimo orgullo.
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