Por fin, el motorista de Vox llega de Madrid, directamente desde la sede nacional de la calle Bambú, con las primeras instrucciones para Cantabria. Para empezar, el presidente provincial, Ricardo Garrudo, cede los trastos del partido al diputado nacional Emilio del Valle, a la ... espera de que la cúpula de Santiago Abascal decida los candidatos. El procedimiento chirría bastante en el Estado de las Autonomías, en un modelo político pensado más para acercar los centros de decisión al ciudadano que para el centralismo y la disciplina vertical impartida desde el foro madrileño a las provincias
Pero en fin, tampoco conviene exagerar porque en todas partes cuecen habas. Sin ir más lejos, el PP reserva a la planta noble de Génova, donde reina Alberto Núñez Feijóo, el nombramiento de los candidatos autonómicos, como en Cantabria, y el de las capitales, como Santander. O el PSOE, que paraliza las primarias en el Ayuntamiento de Madrid hasta que Pedro Sánchez señale desde Moncloa un rostro para el cartel electoral, y ni siquiera para ganar al alcalde popular Almeida, sino para quedar segundo o tercero. O Ciudadanos, que desde Madrid obligó a su jefe en Santander, Javier Ceruti, a firmar el pacto que no quería con el PP de Gema Igual. O Unidas Podemos, donde Pablo Iglesias designó con su dedazo a Yolanda Díaz como heredera electoral, y ahora se la quiere cargar.
Vox defiende la estricta cadena de mando para evitar disfunciones en un modelo único para toda España y también supuestamente para ahorrarse conflictos territoriales. Bueno, en Madrid decidieron que Macarena Olona fuera la candidata andaluza contra el criterio regional y ya se vieron los efectos: una decepción en las urnas y una ruidosa ruptura de imprevisibles consecuencias.
En Cantabria, a la expectativa. No faltan las paradojas: los que llegaron a Vox después de participar con bullicioso entusiasmo en el convulso congreso regional del PP de 2017 ahora aguardan mansos a que Madrid tome las decisiones. La jerarquía nacional acota las expectativas, las legítimas ambiciones personales.
El relevo de Garrudo, por iniciativa propia, tiene sentido. Durante su mandato en la presidencia del partido ha sido muy generoso al renunciar a estar en las listas para centrarse en el trabajo orgánico, pero ese papel tan discreto, sin visibilidad, sin voz ni tribuna, ni tampoco cargo electo, sugiere una jefatura casi clandestina que rechina en estos tiempos. Su sucesor, Emilio del Valle, representa justo lo contrario. Ha sonado o suena para todos los cargos: no sólo para líder del partido, también para seguir en el Congreso, para la candidatura de Santander, para encabezar la lista al Parlamento de Cantabria... Se nota que Del Valle tiene caché entre la élite nacional de Vox. En estos días se ha difundido un vídeo de su reciente intervención en la Cámara Baja, muy potente y muy crítica (y muy aplaudida por los suyos) con la gestión del Gobierno Revilla, sustentada desde su larga experiencia en la Administración autonómica.
La opción del portavoz parlamentario y candidato autonómico en 2019, Cristóbal Palacio, para liderar el partido no era muy consistente. Si se le discute el grado de dedicación a la política, porque mantiene activo su despacho de abogado, no era probable que se le asignase además la dirección orgánica. A Palacio también le reprochan sus críticos una levedad ideológica impropia de la contundencia de Vox, pero lo cierto es que ha construido en estos últimos años una voz y una presencia reconocibles en el Parlamento y en la opinión pública, así que el partido seguramente no querrá devaluar ese caudal político si no repite como número uno. Veremos.
Los dirigentes de Vox prefieren la Cámara regional como un destino político de rango superior al Ayuntamiento de Santander, y eso que hay una buena perspectiva de entrar a gobernar con el PP de Gema Igual en la próxima legislatura. Al portavoz actual, Guillermo Pérez-Cosío, le gustaría subir al Hospital de San Rafael y está entre los propuestos para la lista regional. El diputado regional Armando Blanco igual tiene que bajar al Consistorio. En fin, florecen las especulaciones hasta que vuelva en unos días el motorista de Madrid con los nombramientos.
Lo que también está en discusión es el momento del partido. El desencanto electoral de Andalucía se ha traducido en un cierto declive, o al menos estancamiento, en los sondeos posteriores para el conjunto de España. En Vox Cantabria prefieren ser optimistas. Los últimos estudios que manejan les otorgan 3-4 diputados en el Parlamento cántabro. En 2019, sin estructura ni presencia mediática, lograron dos escaños y tres concejales en Santander, Bezana y Los Corrales, con apenas una decena de candidaturas municipales. En 2023 quieren llegar a 50 listas competitivas, aunque ese objetivo es más fácil enunciarlo que hacerlo realidad, como el propio partido comprueba en las tareas de captación del día a día. Nada nuevo: hay gente valiosa que comparte el discurso, pero cuesta dar la cara en las urnas. Y otra realidad constatable: el PP, la gran referencia del espacio del centro y la derecha, estaba en horas muy bajas en las últimas elecciones, pero hoy ha recuperado vigor.
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