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En un mundo crecientemente sensibilizado como el actual hacia problemas tan graves como el deterioro del medio ambiente, la violencia de género, el aumento de las desigualdades, los flujos migratorios incontrolados, etc., etc., la discriminación por sexo y titulación constituye un ámbito de análisis ... al que habría que prestar más atención, aunque sólo fuera, y estoy siendo deliberadamente provocativo, para intentar aumentar nuestra productividad. Recientemente, sendas publicaciones conjuntas del IVIE y la Fundación BBVA han abordado esta cuestión y, porque creo que moralmente debo hacerlo, me permito traerlas a la palestra.
La investigación sobre la discriminación por razón de sexo pone de relieve que las mujeres alcanzan mejores resultados que los hombres tanto en sus estudios secundarios como en los propiamente universitarios; pese a ello, las mujeres acceden a puestos de trabajo menos apetecibles que los de los hombres porque estos son, por un lado, menos estables y, por otro, están peor remunerados. La calidad del empleo femenino es menor porque su estabilidad también lo es; al año de haberse graduado, el porcentaje de ocupadas indefinidas es ocho puntos menor que el de los hombres y, a los cuatro años de la graduación, nada menos que trece puntos. La calidad del empleo femenino es también menor que la del empleo masculino porque, en materia de remuneración, existe, nada más graduarse, una brecha de algo más de 2000 euros anuales, brecha que cuatro años después se ha elevado por encima de los 2.600 euros.
En parte, pero sólo en parte, las diferencias mencionadas en contra de las mujeres tienen que ver con el tipo de estudios elegidos, pues, como es bien sabido, y sobre ello incidiré a continuación, el grado de empleabilidad varía de unas titulaciones a otras, y las mujeres tienden a cursar estudios (fundamentalmente en el ámbito de las 'letras') con posibilidades de inserción más reducidas.
La segunda de las investigaciones del IVIE y la Fundación BBVA hace referencia, precisamente, al hecho de que los estudios cursados afectan de forma importante tanto a la probabilidad de, una vez terminados los mismos, encontrar un empleo estable y ajustado a la formación recibida, como a la remuneración que el mismo conlleva. Medicina es, en estos tres campos, la titulación que obtiene mejores resultados: más de un 92% de sus egresados están afiliados a la seguridad social por un 51% de los de Bellas Artes; un 99,7% (prácticamente todos) desempeñan ocupaciones propias de sus estudios, mientras que en Turismo sólo lo hacen un 14%; y, por último y a tenor de las bases de cotización, la remuneración promedio de los médicos es de 34.000 euros, mientras que los titulados en Conservación y Restauración del Patrimonio no llega a los 16.000 euros.
En líneas generales, las titulaciones duras (hard) son las que disfrutan de mayores niveles de inserción laboral; después de Medicina se encuentran Óptica y optometría, Farmacia y muchas ingenierías; las titulaciones blandas (soft), por el contrario, son las que encuentran más difícil la inserción laboral de sus egresados, llevándose la palma titulaciones como Turismo, Gestión y Administración Pública, Criminología y muchas de letras, como Historia del Arte, Bellas Artes, Comunicación, etc., etc.
Aunque, en cierta medida, estemos bastante habituados a la existencia de los dos tipos de discriminación aquí comentados, por razón de sexo y titulación, ello no significa que necesariamente tenga que ser así. Esta discriminación lo que pone de relieve es que hay aspectos en los que tenemos que mejorar de forma sustancial. En relación con la discriminación por sexo, sólo podrá eliminarse o reducirse significativamente cuando exista una efectiva igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, lo cual pasa, entre otras cosas, por favorecer todo lo relacionado con la conciliación de la vida familiar y laboral. En cuanto a la discriminación por titulación, la solución o mitigación del problema pasa, en gran medida, por una mejor adaptación de lo que se enseña en las universidades a lo que requiere el mercado de trabajo.
Es obvio, o así me parece a mí, que, al igual que sucede con otros muchos ámbitos de la vida, siempre habrá diferencias en materia de inserción laboral por razón de sexo y/o titulación; esto no implica, necesariamente, que exista discriminación si tales diferencias están basadas, como debía de ser y como tenemos que empeñarnos en que sea, en preferencias personales; por ejemplo, trabajo a tiempo parcial porque quiero o estudio esta u otra titulación porque me gusta.
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