El disputado votode la hostelería
La tierra dormida ·
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La tierra dormida ·
La ciudad está tomada y algunos van a teneruna lesión en el cuello por mirar para otro ladoEl día 10 de enero, en este mismo periódico, los hosteleros reconocían que la campaña de ventas de este año había sido mejor que ... la de 2019, que debió ser muy buena como para que la recuerden. Fue uno de esos raros momentos en los que este sector reconoce su éxito –y no despliega lastimeras quejas– tras unos días de celebración popular navideña en los que algunos hosteleros, incluso, llegaron hasta quedarse sin existencias por las presión de las ventas.
Contrariamente, ese mismo día, parte de estos comerciantes acusaban de «jugar con el pan de nuestros hijos» al Ayuntamiento de Torrelavega que, apoyado por el Gobierno regional, ha intentado poner un poco de orden para defender el derecho que tiene una gran parte de los ciudadanos a descansar sin sobresaltos, al menos, de lunes a jueves (qué poco piden). Solo deberán cerrar algunos locales una o dos horas antes, recuperando el horario durante los fines de semana, por cierto, momento en el que los vecinos también necesitan dormir.
El larguísimo e intenso lamento de la hostelería menor le ha propiciado un trato de favor tras los tres meses de forzoso encierro por la pandemia, que se ha extendido hasta los gloriosos días que han vivido desde este verano, privilegios que no han podido disfrutar decenas de comerciantes y trabajadores autónomos a los que esas mismas restricciones sanitarias dieron al traste con sus negocios. Desde hace un año, el concejal del ramo, señor Noriega (PRC), viene anunciando el retorno, que nunca llega, a los límites 'legal-impositivos' anteriores a los duros meses en los que el covid castigó a tantas economías industriales, comerciales y personales, porque han sido muchos los trabajadores que perdieron su trabajo o le vieron 'tocado' económicamente.
Muchos ayuntamientos –no solo el de Torrelavega– han ido haciendo dejación de su obligación de defender a los ciudadanos que, en ocasiones, especialmente quienes viven en las 'zonas' de movida, tienen que sortear en sus calles las mesas, sillas y a bailones de 'suavecito'. Hay aceras por las que es difícil transitar, donde el espacio peatonal ha sido tomado sin reparos por algunos negocios, mermando la movilidad y restando aparcamientos, algo por cierto de lo que no anda muy sobrada Torrelavega, zonas donde los usuarios de bares y cafeterías han convertido las calles en inmensos ceniceros. En el paroxismo del aprovechamiento hay, incluso, un bar-restaurante instalado en la salida de emergencia de una antigua discoteca, y otros, que han convertido las terrazas en un mar de plásticos desvencijados. Seguramente el voto de un hostelero enfadado es temido (también por la oposición) en momentos electorales 'sensibles', pero no es éste de más calidad y cuantía del que quienes deben convivir con este desaguisado. Algunos va a tener una lesión de cuello de tanto mirar para otro lado.
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Ana del Castillo
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