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Tal y como habían amenazado, el Gobierno ruso ha registrado el pasado martes la primera vacuna del mundo contra el covid-19. La han bautizado Sputnik V, haciendo un guiño indisimulado a los éxitos rusos en la carrera espacial en los años 50. ... Sin embargo, las principales autoridades sanitarias de todo el mundo han manifestado rápidamente sus reservas sobre la efectividad y seguridad de esta vacuna, dado que todo parece indicar que no se han cumplido todos los protocolos que deben seguir los ensayos clínicos.
De hecho, al día siguiente del anuncio de Putin ha aparecido un informe del ministerio de Salud ruso que señala que aún no hay certezas al respecto de la eficacia de la vacuna, y que las contraindicaciones, a falta de posteriores estudios, son numerosas. Por ejemplo, el documento desaconseja administrar la vacuna a personas menores de 18 años y mayores de 60, dos grupos demográficos claves en la pandemia. La advertencia se extiende también a embarazadas, madres en períodos de lactancia o personas con distintas condiciones de salud preexistentes. La muestra de participantes ha sido muy limitada, aunque tampoco hay certeza sobre ese dato, ya que según Moscú han sido unos cien voluntarios, incluyendo a una de las dos hijas de Putin; pero según el ensayo clínico registrado, y del que todavía no hay datos finales, han sido 38 personas en dos tandas. Se trataría en cualquier caso de un ensayo en fase I-II, que preveía finalizarse sobre el 15 de agosto, pero antes incluso de haber difundido los resultados o de aparecer en alguna publicación científica, el Gobierno ruso se ha lanzado a la piscina y ha procedido al registro antes de comenzar la fase III.
Es un problema grave, que se está destacando desde la comunidad científica internacional, que las instituciones que deben testear y aprobar la vacuna tienen poca credibilidad y muy poca independencia, lo que obliga a tomar con mucha cautela este tipo de noticias. La semana pasada, la OMS publicó los seis proyectos de vacuna más avanzados, y la vacuna rusa no figuraba entre ellos. La organización citaba a tres candidatas a vacunas desarrolladas por laboratorios chinos, dos estadounidenses, de las farmacéuticas Pfizer y Moderna, y la británica desarrollada por la Universidad de Oxford en colaboración con AstraZeneca.
El ministro de Salud de Rusia, Mijail Murashko, ha defendido el trabajo de los centros de investigación rusos, diciendo que las críticas a la vacuna son absolutamente infundadas, y las atribuyó a la competencia en el mercado internacional por dar con el fármaco que frene la pandemia. Pero si no hay publicaciones científicas, y un informe de su propio ministerio arroja más dudas que certezas, lo que pueden esperar son críticas, no aplausos.
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