La economía de Cantabria 2050
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LA CUARTA ·
Parafraseando a Ray Hammond, el pasado y el presente no pueden modificarse, sólo el futuro es, de alguna manera, administrableEl economista Roberto Velasco, en su libro 'Economistas, oficio de profetas', relata que, frente al futuro, los humanos tenemos la posibilidad de adoptar cuatro actitudes: la del pasivo avestruz, que esconde la cabeza y sufre el cambio; la del bombero reactivo, que se ocupa ... de combatir el fuego una vez este se ha declarado; la del asegurador proactivo, que se prepara para los cambios previsibles, pues sabe que la reparación sale más cara que la prevención y la del conspirador proactivo, que trata de provocar los cambios deseados.
Con cierta frecuencia se acusa a los economistas de que sus conocimientos solo sirven para explicar lo que ha pasado, cuando ya no tiene remedio. Y no debe negarse que puede haber fundamento en la crítica, aunque no es menos cierto que el conocimiento e interpretación del pasado sirven para administrar el presente. Pero si en verdad hay alguna fijación permanente en los economistas, ésta es su obsesiva preocupación por el futuro; lo cual indica que se trata de una ciencia muy apegada a los sentimientos de la sociedad, que se mueve siempre con gran respeto, cuando no con temor, al porvenir. En este terreno tan resbaladizo, el análisis de las tendencias e incertidumbres puede ayudar a prepararnos para los desafíos económicos futuros.
El año 2020 ha puesto a prueba la resiliencia de la economía de Cantabria en general y de las empresas en particular ante un acontecimiento profundamente disruptivo como es la crisis sanitaria provocada por el covid-19. Esta situación excepcional ha requerido tomar medidas drásticas como la limitación de la movilidad y la distancia social y el cese, interrupción o ralentización -según el caso- de la actividad económica. Como es lógico, ha azotado severamente a sectores tan relevantes para nuestra economía regional como el turismo, el ocio o la restauración, cuya recuperación queda ahora en manos de la velocidad y la eficacia de los procesos de vacunación. Pero también ha supuesto un ensayo general de la que debe ser la gran transformación de nuestro modelo productivo para hacer frente a los retos del futuro.
El Banco de España reconoce un escenario macroeconómico extraordinariamente complejo y hace más necesario, si cabe, la definición de una agenda de reformas estructurales ambiciosa dirigida a aumentar el crecimiento potencial de la economía. Unas reformas que ya eran necesarias antes de esta crisis, dada la pobre dinámica de la productividad en nuestra economía, la elevada tasa de paro estructural -especialmente el paro juvenil- y de temporalidad en el empleo y los desafíos asociados con el envejecimiento de la población, el incremento de la desigualdad, el cambio climático y el proceso de digitalización. Retos a los que, sin duda alguna, se enfrenta también la economía de Cantabria.
Según el informe publicado recientemente por el Consejo General de Economistas y Cámara España, en el período que transcurre desde 1975 hasta 2020, el Producto Interior Bruto (PIB) de Cantabria creció un 1,90% de media anual, mientras en España lo hizo un 2,39%. A lo largo de estos años, el dinamismo de la actividad se ha ralentizado progresivamente. Visto en términos per cápita, su ratio en 1988 era el 101,9% de la media española. Treinta años después, es únicamente un 92,6%. Merece la pena señalar, por los efectos tractores que tiene sobre el resto de sectores, que la industria representaba en 1986 el 27,83% del PIB, frente al 18,98% en 2019, si bien sigue siendo superior a la media nacional, que fue del 14,30%. Resulta evidente que estos datos son consecuencia de la persistencia de algunas vulnerabilidades y déficits estructurales sobre los que resulta pertinente reflexionar con una cierta perspectiva histórica.
El crecimiento económico a largo plazo o crecimiento potencial, se sustenta en tres pilares fundamentales: el factor trabajo, la dotación de capital físico y el progreso técnico. Es, precisamente, la evolución de estos tres elementos, la que permite explicar este crecimiento mediocre a largo plazo. Así, el progresivo envejecimiento demográfico de Cantabria reduce la población activa y limita las posibilidades de producción potencial futura, además de restringir el consumo y la demanda futuros.
La contribución del capital físico -entendida como maquinaria e instalaciones técnicas- al crecimiento económico a largo plazo, se ha visto reducida como consecuencia del elevado nivel de endeudamiento privado y público. Asimismo, el progreso técnico, vinculado a innovaciones de proceso o de producto, resulta determinante para la productividad empresarial y contribuye a la mejora del crecimiento potencial. El menor gasto en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) condicionan notablemente la mejora de la productividad de la economía cántabra.
Por otro lado, el crecimiento ha girado en torno a actividades intensivas en trabajo poco cualificado, como la industria de la construcción y los servicios vinculados con el comercio minorista, la hostelería y la restauración, en detrimento de la industria manufacturera. El resultado ha sido un crecimiento extensivo basado en la acumulación de empleados y no tanto en la mejora continua de la productividad.
Sólo seremos competitivos si somos más productivos. La esperanza en un futuro económico más prometedor para Cantabria reside en el impulso de la inversión productiva y el ahorro privado, la mejora en la formación y la promoción del trabajo cualificado; pilares para promover un crecimiento sostenible e inclusivo que favorezca la equidad en la distribución de la renta.
No cabe duda de que nos esperan unos meses complejos, en los que tanto el Gobierno como los agentes sociales deberán hacer todos los esfuerzos necesarios por generar confianza en medio de un clima de incertidumbre. Será vital que las medidas que pongan en marcha no solo resuelvan retos en el corto plazo, sino que impulsen su desarrollo en el medio y largo plazo. Hay que pensar ya en la Cantabria del 2050.
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