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En el primer curso de mis estudios de Economía tuve que estudiar el libro 'Economía positiva' de Richard G. Lipsey; era el manual de primeros auxilios económicos de todos los que nos asomábamos a la Economía. Y ahora viene a mi mente, no ... tanto el libro como su título porque creo que estamos inmersos en unos tiempos que ya nos obligan a actuar en sentido positivo o en sentido negativo con respecto a la actividad económica.
Hemos dedicado muchos años, demasiados, a potenciar el desarrollismo sin límites. Desde aquella revolución industrial vamos a llegar a esta revolución ambiental; así nos lo hemos ganado. Vivimos y hemos permitido una economía negativa, la de la contaminación sin límites, la de la explotación de todos los recursos naturales de la Madre Tierra, la de la cultura de la especulación (los más tontos son los últimos que se apuntan a ella y los más listos y aprovechados, los primeros), la del desprecio de la pobreza, la de la segregación por la falta de medios tecnológicos, la de enriquecerse vendiendo armas para que otros se peleen, en lugar de enriquecerlos a ellos con medios culturales para su propio crecimiento. La economía negativa es aquella en la que los que ganan lo hacen a costa de los que pierden. Y, mucho cuidado, hay grandes empresarios y emprendedores que ganan ellos y ganan los que disfrutan de sus creaciones o productos; esos que sigan enriqueciéndose, bien merecido lo tienen.
La economía positiva es la que ya está emergiendo, es la sostenible medioambientalmente, es la que permite aprovechar lo ya producido, regenerar y reutilizar sin tener que volver a producir desde el inicio. Es la economía que no derrocha, que utiliza los recursos sin necesidad de suprimirlos por su excesiva utilización; es la economía de los usos compartidos, la de los bienes que producen utilidad la mayor parte del tiempo posible, con independencia de quien bien los use. La positividad económica nos va a permitir diseñar productos sin obsolescencia tecnológica programada; durarán lo que su uso permita, sin estar capados. Esta economía va a democratizar los recursos naturales estimulando el enriquecimiento lícito de quien mejor les utilice. Ni podemos, ni debemos perder el espíritu empresarial que premie a los que mejor lo hacen; la cuestión es que hacerlo mejor va a consistir en aprovecharlos, desde su escasez, del mejor modo posible. Siempre lo positivo nos iguala por arriba, lo negativo nos coloca por abajo, al punto en el que lleguemos a autodestruirnos, eliminando el sostén natural que nos acoge. Lo positivo premia la excelencia, lo negativo especula con el egoísmo humano hasta estrangularlo. Tenemos que limpiar el Planeta con las manos y las cabezas con las que lo hemos ensuciado y a quien mejor lo haga le premiaremos.
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