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Se observa últimamente, en el sector sanitario, un creciente interés por la Economía de la salud, prueba de la importancia otorgada por dicho sector a la interrelación objetiva de los conceptos salud y economía. No es posible imaginar ninguna estabilidad política o crecimiento económico sin ... que el bienestar se extienda a la sociedad en su conjunto; es decir, sin que las coberturas de salud y las oportunidades sociales sean iguales para todos.
La salud es un bien escaso cuya obtención y mantenimiento exigen trabajo y dinero. Lograrla implica satisfacer necesidades expresadas en forma de demanda, más el coste de oportunidad que encierra renunciar a otros bienes. Requiere de una función de producción que combine los recursos de un modo eficiente a fin de obtener el mayor impacto social y que sirva de instrumento para alcanzar la equidad.
Así, la Economía de la salud tendría como objetivo suministrar elementos de análisis y valoración para la toma de decisiones, tanto a los gobernantes como a los profesionales del sector. Y para ello debería utilizar los criterios básicos de eficiencia y equidad que, en el mundo de la economía, rigen en la asignación de recursos. En este sentido, la consideración de los fondos destinados a salud como inversión y no como gasto, como normalmente sucede, podría ser ya un buen inicio.
Diversos estudios realizados desde el siglo XIX, por parte de distintos economistas, coinciden en demostrar que vivir en las mejores condiciones de salud puede considerarse, de hecho, un impulso fundamental para el crecimiento económico de una determinada sociedad.
En este sentido, el economista británico Alfred Marshall ('Principios de Economía', 1880) señala: «Estamos próximos a considerar las condiciones de las cuales dependen la salud y la fortaleza física, mental y moral. Ellas son las bases de la eficiencia en la industria, de la cual depende la producción de riqueza material; recíprocamente, la mayor importancia de la riqueza material está en que, cuando es usada sabiamente, produce un aumento de la salud y la fortaleza física, mental y moral de la raza humana».
Arthur C. Pigou (1877-1959), en sus notables aportaciones a la Economía del bienestar, sostuvo que el Estado debía intervenir en la economía para mejorar las condiciones de vida, ya que los mercados sufren fallos que impiden su funcionamiento eficiente, sin que los ciudadanos, por sí solos, puedan tomar individualmente las decisiones que más podrían beneficiarles.
Todos coinciden en que invertir en salud supone beneficios económicos por la disminución de la morbilidad y mortalidad de la población y concluyen que los programas de salud deberían estar integrados en el desarrollo económico general. Se ha estimado que de los treinta años de esperanza de vida ganados a lo largo del siglo XX, veinticinco se pueden atribuir a medidas de salud pública, tales como mejor nutrición, saneamiento y vivienda, etc.; mientras que la asistencia sanitaria a los pacientes individuales habría contribuido con cinco años. La vigilancia y control epidemiológico, por su parte, han conseguido contener ciertas epidemias. Y las vacunas, a lo largo de la historia, han disminuido radicalmente morbilidad y mortalidad, salvando millones de vidas.
En este sentido, la investigación biomédica en España está alcanzando actualmente un desarrollo aceptable, sobre todo si se considera la situación que existía en nuestro país hace 40 años.
Hoy podemos constatar que la investigación en los hospitales ha ido creciendo, favorecida por el mejor conocimiento del método científico y por la incorporación de nuevos talentos formados en centros de investigación extranjeros.
En esta línea de trabajo, el Instituto de Investigación Sanitaria Valdecilla (Idival) representa un paradigma de lo dicho anteriormente. Su estudio poblacional denominado 'Cohorte Cantabria', permitirá conocer en profundidad las características de la población de nuestra comunidad y su comportamiento en aspectos claves para la salud como los hábitos de vida, los factores de riesgo para enfermar, las causas de las principales enfermedades y, aún más importante, favorecer el desarrollo de la medicina personalizada, predictiva y preventiva. Estamos hablando de fuentes muy valiosas de información en el ámbito de la investigación en salud y que permitirán a Cantabria, en cuestión de pocos años, participar en grandes proyectos colaborativos internacionales de primer nivel.
Asimismo, en los últimos años, la formación de posgrado en Economía de la salud se ha focalizado en el logro de un grado de especialización acorde con la importancia que, cada vez más, adquiere en la toma de decisiones en salud. El máster en Dirección y Gestión de Servicios Sanitarios de la Universidad de Cantabria que tan acertadamente dirige el profesor de Economía David Cantarero, es un claro ejemplo de todo ello.
En suma, para que la Economía de la salud sea una herramienta eficaz y la salud pública sea mejor a largo plazo, se requieren interdisciplinariedad, comprensión de la complejidad, mayor conciencia y atención gubernamentales, así como educación y entrenamiento específicos para investigadores, profesionales y técnicos en salud y empoderamiento del colectivo frente a su propio bienestar.
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