Economía versus salud
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Los resultados sanitarios y económicos serían mejores si todos cumpliéramos las normas para reducir la incidencia de la pandemiaHace algún tiempo, cuando ya habíamos pasado el momento más álgido de la pandemia covid-19, me referí, en esta misma sección, al dilema que, ... sobre economía o salud, se planteaba en un buen número de ámbitos políticos de nuestro país. Aunque el dilema se parece un poco al tradicional del huevo y la gallina (de ahí que entonces lo calificara de falso y tramposo), pues las dos alternativas están íntimamente ligadas entre sí, entonces, como ahora, me inclinaba, como parece que hizo el Gobierno, por prestar atención prioritaria a la salud.
Con la perspectiva que nos da el tiempo transcurrido y a la vista de los resultados cosechados en ambos frentes, cabría concluir que no estuvimos muy acertados a la hora de establecer nuestras prioridades. Dos hechos parecen abonar esta conclusión: el primero, que nuestro país, con un retroceso del PIB por encima del 18%, es, con diferencia, el que más ha sufrido en materia económica dentro de la UE; el segundo es que, en materia de salud (medida en este caso por el número de casos afectados y, sobre todo, por la letalidad del covid-19) estamos entre los tres países con peores resultados.
Examinadas estos resultados con un poco más de atención, no es tan seguro, ni mucho menos, que erráramos al priorizar la salud frente a la economía. En relación con esta última, y tal y como he comentado en numerosas ocasiones, porque España es un país que, por su estructura económica y empresarial tiende a hacer más intenso, para bien o para mal, el impacto del ciclo económico; esto ocurrió, por ejemplo, con la anterior gran crisis (la Gran Recesión) y ha vuelto a ocurrir con la actual. En cuanto a la salud, argumentaba no hace mucho las verdaderas razones de que, en materia de mortalidad por covid-19, España se encontrara en el pelotón de cabeza: la estructura demográfica (con una población muy envejecida), la dependencia (extrema) del turismo internacional, la (desigual) distribución de la renta y la riqueza, la calidad y cantidad de los recursos sanitarios disponibles (somos uno de los países que más ha recortado en sanidad), y (la falta) de auténtico liderazgo político lo justifican.
Las citadas son, a mi juicio, las principales razones de que nuestro país haya cosechado tan malos resultados en economía y salud, y no el haber priorizado, en la medida de lo posible, la segunda sobre la primera. Sea como sea, y con los rebrotes del covid-19 que se están produciendo en la actualidad, el debate parece que vuelve a plantearse, si bien en esta ocasión los políticos (todavía con algunas excepciones) parecen más dispuestos a priorizar la salud; los empresarios, sobre todo los del ramo del ocio, consideran que no debe ser así.
Por mi parte, sigo manteniendo ahora la misma opinión que en el pasado. En la actualidad, sin embargo, me parece que el dilema no es tan fuerte y que se pueden compatibilizar salud y economía de forma más natural que hace unos meses. Por un lado, porque la experiencia adquirida en la prevención de la extensión del covid-19 (con un número creciente de rastreadores y confinamientos selectivos) reduce significativamente la necesidad de tomar medidas más drásticas, que terminarían arruinando aún más nuestra economía. Y, por otro lado, porque pese a que los rebrotes se están produciendo con demasiada frecuencia (parece ser que nuestro país es también el primero en esta materia), la letalidad de los casos producidos es, al contrario que hace unos meses, muy reducida: mientras que, en junio, estaba en algo más de nueve personas por cada 100 enfermos diagnosticados por PCR, a finales de agosto la cifra había caído hasta las 0,3.
Estoy convencido, además, de que los resultados sanitarios serían mejores y, por lo tanto, la marcha de la economía también, si todos cumpliéramos estrictamente las normas dictadas para reducir la incidencia de la pandemia y si, en el caso de incumplimiento, se sancionasen, de verdad, las infracciones. Porque, ¿cuántas sanciones se impusieron en nuestro país por saltarse el confinamiento, por no llevar mascarilla o por no respetar la distancia social.? Y, de ellas ¿cuántas se han hecho efectivas? Dada nuestra idiosincrasia -sólo aprendemos a respetar las normas cuando nos castigan- no me parecería fuera de lugar que, en materia de lucha contra el covid-19, las sanciones fuesen más duras y se materializasen de verdad. Por nuestra salud ... y por la de nuestra economía.
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