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Las estadísticas acaban de confirmar que en 2018 la cifra de nacimientos en Cantabria volvió a bajar del umbral de los 4.000 por primera vez en dos décadas, y regresó así a los mínimos históricos de los años 90. Conviene ver esto ... en perspectiva histórica larga, ya que contamos con datos desde 1858, cuando reinaba Isabel II. En aquel año la provincia santanderina registró algo menos de 3.400 nacimientos. La cifra pasó de 8.000 cuatro años después, y era ya de casi 10.500 en el último año del siglo XIX, el 1900. Durante los siguientes treinta años, hasta 1933, la cifra natalicia se situaría todos los años por encima de 10.000 o de 11.000, y solo en una ocasión (en 1919, probablemente por la grave pandemia de 'gripe española' favorecida por la Primera Guerra Mundial) bajó de los diez millares.
En esa época nacían en Cantabria prácticamente 30 bebés al día. Esto produjo importantes cambios en el tamaño y la composición por edades de la población, así como fuertes demandas de atención médica y educativa, alojamiento y, posteriormente, empleo. No se puede desligar de esta presión la emigración cántabra a las Américas y al resto de España, así como la agitación revolucionaria en ciertos sectores. En general, el alza de nacimientos resultaba de una algo mejor alimentación por el desarrollo material del país, de mejor atención médica e higiene pública, y de la carencia de mentalidad y de recursos preventivos de los embarazos reiterados. El año récord sigue siendo 1923, el del golpe de Primo de Rivera, con 11.222 nacimientos.
Alguna vez les he comentado mi idea de que esta olla a presión demográfica y juvenil fue factor no pequeño en la desestabilización política primero de la monarquía y después de la propia república. En torno a la guerra civil la natalidad se desplomará. En 1939 solo nacieron unos 5.500 cántabros. Luego viene una recuperación de cuatro décadas, con el dato anual siempre entre 8.500 y 9.500 nacimientos. A partir de 1979 un nuevo régimen aparece, y no solo es el político, sino también el reproductivo: la natalidad va cayendo hasta el mínimo de 3.700 en 1995. Aquí se inicia otra etapa ascendente, al hilo de la europeización de España y el boom económico. El año de la crisis económica, 2008, es también el último pico natal, con un poco menos de 6.000. Desde entonces hasta ahora, la cifra se va reduciendo año tras año, modificando así la forma de la pirámide de población cántabra y de sus posibilidades y necesidades. En estos momentos solo nacen un promedio de 10 bebés diarios.
Así hemos pasado en menos de un siglo de la presión de un aumento demográfico persistente y con mucha gente joven que atender, a una implosión del sector juvenil y la emergencia de las necesidades de los adultos mayores. Es notorio que Cantabria deberá tener menos población y más encanecida, o ampliar y rejuvenecer su censo con inmigrantes del resto de España o de otros países. Pero para esto último habría que proporcionar oportunidades económicas. Bastantes más que las existentes.
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Ana del Castillo
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