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La apertura parcial del paso de Rafah supuso ayer una noticia de alivio que las familias hacinadas en Gaza recibieron muy probablemente con más escepticismo que el resto del mundo. En torno a 500 personas con pasaporte extranjero y 81 palestinos en grave estado fueron ... autorizados por Hamás a salir de la Franja hacia Egipto sin que las autoridades israelíes pusieran objeciones. Un doble y hasta triple salvoconducto que revela cuál es la situación real. El Gobierno de Netanyahu y amplios sectores de Israel se muestran decididos a que el oprobio de la incursión terrorista del 7 de octubre sea compensado con una merma significativa del territorio palestino. El poder fáctico de Hamás sobre Gaza trata de minimizar los efectos de la contraofensiva hebrea manteniendo la cohesión de una población que no cuenta con más salidas que someterse al dictado yihadista. Mientras, Egipto, y a más distancia Catar, procuraban el alivio de ayer a modo de mediadores porque el régimen de Al Sisi no quiere hacerse cargo de un éxodo crítico hacia la autocracia militar en ese país ni el catarí abrir las puertas a que la causa palestina eclosione presencialmente en todo el mundo árabe.
Hay una razón de fondo para tanta insolidaridad encubierta con proclamas de apoyo a los palestinos. Bastaría que dos millones de gazatíes tuviesen entrada libre en esos países árabes para que Israel se hiciera más Israel. Un nuevo éxodo palestino acabaría convirtiendo a Jerusalén en la capital incontestable del Estado israelí. Pero lo que más temen los regímenes árabes del entorno no es que Israel se venga arriba, sino que cada país no pueda acoger a miles de palestinos que podrían desequilibrar la frágil estabilidad que mantienen. Sobre todo, si ese éxodo va cargado de ánimos fundamentalistas inspirados desde Teherán. Es de desear que el paso de Rafah se mantenga abierto a la entrada de ayuda humanitaria y a la salida de personas que no requieran un triple salvoconducto. Por eso conviene que los responsables políticos de la UE –también del Gobierno español– perfilen sus acciones y sus palabras renunciando al bienquedismo. La crisis en Oriente Medio es de tal alcance y tiene tantos visos de perpetuarse que hasta los bombardeos sobre el campo de refugiados de Yabalia, ante los que Josep Borrell se mostró «horrorizado» con toda razón, contienen la correspondiente dosis del solapamiento al que recurre Hamás con una población desvalida hasta el extremo.
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