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El encuentro que mantuvieron en la Casa Blanca el presidente estadounidense, Joe Biden, y el ucraniano, Volodímir Zelenski, rubricó el compromiso que ambos mandatarios mostraron por separado ante la Asamblea General de Naciones Unidas para poner freno a los planes expansionistas del régimen de Putin. ... Biden fue elocuente al afirmar que «Rusia cree que el mundo se cansará y le permitirá brutalizar a Ucrania sin consecuencias». Es el temor que alberga Zelenski, después de que la contraofensiva de Kiev no haya dado todos los frutos que cabía esperar de tan anunciada operación militar. De ahí que insistiera en que «por primera vez tenemos la ocasión de acabar con una agresión según las condiciones de la parte agredida». Refiriéndose así al plan de paz que Ucrania trata de llevar al ánimo no solo de los aliados occidentales; también al de aquellos países del sur que prefieren mantenerse en una equidistancia que Moscú cuenta, lógicamente, a su favor. Mientras el Kremlin continúa bombardeando a larga distancia ciudades e infraestructuras clave ucranianas, posiciones como las de Polonia, Hungría y Eslovaquia negándose a la importación de cereal ucraniano pueden resultar especialmente descorazonadoras para un país que insiste, con razón, en que su defensa es la protección de todas aquellas sociedades que se encuentran en el punto de mira de Vladímir Putin. Siendo un contrasentido inexplicable que Varsovia haya resuelto dejar de enviar armas a Ucrania cuando, tanto por su situación geográfica como por su lugar en la mitología imperial consagrada en el Kremlin, Polonia es el país de la Unión más directamente codiciado por la sinrazón panrusa.
Aunque las previsiones más pesimistas no se cumplieron con la llegada del pasado invierno, que no resultó especialmente severo ni en Ucrania ni en los países entonces más dependientes que ahora del gas y el petróleo ruso, y aunque el verano meteorológico parezca prolongarse también en el Este europeo, la ventana de oportunidad para empujar a las fuerzas rusas hacia su propia frontera podría cerrarse de pronto. Lo que requeriría un apoyo aún más decidido por parte de EE UU, la OTAN y la Unión Europea. La imagen de Biden y Zelenski reunidos de nuevo en la Casa Blanca es la señal mínima que los Gobiernos democráticos del mundo necesitan para saber que no pueden habituarse a la guerra de Putin como si fuera un imponderable a sortear más que a combatir.
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