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El pleno del Congreso aprobó ayer el dictamen de su Comisión de Justicia sobre la proposición de ley de amnistía, que ahora pasará a tramitarse ... en el Senado. El resultado de 178 votos a favor y 172 en contra no permite concluir, como dijeron los portavoces socialistas, que la Cámara baja diera un paso histórico hacia «la reconciliación, el reencuentro y la convivencia». Si no hubiesen mediado las necesidades de la investidura de Pedro Sánchez, 299 diputados se habrían mostrado en contra. El borrador del informe de la Comisión de Venecia muestra su preocupación al respecto. Y aunque los defensores de la medida de gracia hayan llegado a equipararla impropiamente con la de 1977, aquella contó con el apoyo de 296 parlamentarios y solo dos se pronunciaron en contra.
La norma, retorcida hasta el último minuto atendiendo a las exigencias de Junts y, en segundo plano, de ERC es de dudosa constitucionalidad y viabilidad judicial. Siendo una medida dirigida a exonerar a cuantas personas han sido o puedan ser encausadas por su participación en el 'procés', sus promotores no coinciden en cuántas podrían verse beneficiadas, con diferencias que van de 300 a 3.000, sin que expliquen las razones de tal disparidad. La amnistía no será publicada en el BOE hasta finales de mayo o principios de junio. Los juzgados y tribunales concernidos tendrán dos meses para atender a quienes soliciten su aplicación personalizada, empezando por la eventual retirada de medidas cautelares. La concatenación de cuestiones prejudiciales podría referirse también a ese factor. En consecuencia, el horizonte tardará meses, si no años, en despejarse.
No es algo que inquiete en exceso a Junts y a Esquerra, cuyos diputados se abrazaron al final del pleno felicitándose mutuamente. Nunca podrán admitir que las carencias de la amnistía se deban a sus excesos ajenos a lo jurídico. Ambas formaciones las imputarán a la persistencia de una supuesta represión y, una vez obtenida la impunidad, dirigirán el foco hacia un referéndum de independencia, como ya han expresado. Una demostración de que la convivencia a la que ayer se aferraron los socialistas no depende de una revisión penal a la carta, sino de la asunción de la ley y del autogobierno como punto de encuentro de toda la comunidad. No es la campaña de las elecciones catalanas lo que bloquea la legislatura. Es el abismo que continuará dividiendo a sus ciudadanos tras el recuento del 12 de mayo.
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Ana del Castillo
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