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Donald Trump ha entrado en el mundo comercial como un elefante en una cacharrería. Por la guerra abierta con quienes eran aliados históricos de Estados ... Unidos. Y, sobre todo, por el destrozo en los mercados internacionales, especialmente en los consumidores de su país. La imposición de aranceles a Canadá y México revienta décadas de prósperos intercambios. Lejos de hincar la rodilla, esos mismos socios del tratado de libre comercio contraatacan con gravámenes a las importaciones estadounidenses. Será «una lucha implacable», en palabras del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, para evitar la «anexión» y el «colapso» de su economía.
De esta escalada de hostilidades, promovida con la falsa excusa de frenar la inmigración ilegal y el tráfico de fentanilo, no se libra China, que ha plantado cara, ni Europa, para quien Trump ha puesto fecha a los recargos: 2 de abril. Tampoco Groenlandia, un isla 'vecina' con codiciadas materias primas que celebrará próximamente elecciones, ni el canal de Panamá, donde el presidente de EE UU quiere el mando. Y más ahora que un consorcio liderado por un gigante chino busca hacerse con el control de los puertos en esta parte estratégica de Centroamérica.
El problema para Trump es que la batalla puede volverse en su contra como un bumerán. El punto de inflexión será cuando la economía de Estados Unidos sufra el impacto de esta política de proteccionismo extremo, salpicada de contradicciones. Ya han aflorado las primeras señales. Los principales índices bursátiles de Wall Street se han resentido (S&P 500 y Nasdaq) y van camino de anotar peores registros hoy que cuando Trump ganó las elecciones, hace cuatro meses.
Una guerra arancelaria a gran escala afecta a las principales cadenas de suministro y tránsito de mercancías. Genera incertidumbres y rebajas de ingresos y de los márgenes de beneficio. Si la economía de EE UU se desmorona, agravada por los recortes en el sector público, lo siguiente es la temida inflación, reflejada en un encarecimiento del carro de la compra. Es decir, que parte de las consecuencias de la batalla la pagaría el bolsillo de los consumidores de su país. Precisamente, esa fue la baza que jugó Trump para desgastar a los demócratas y volver a la Casa Blanca. Con su mentalidad mercantilista, ha empezado a rectificar a las primeras de cambio para suavizar la presión de los aranceles a sus vecinos. Una marcha atrás que ofrecería un leve alivio en el desorden mundial.
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