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El nuevo curso escolar que comienza el próximo viernes, además de presentar sus propios desafíos, que son muchos y de toda índole, refleja algunos de ... los principales problemas que atenazan a la sociedad a la que el sistema educativo atiende. Uno de ellos es el desplome demográfico, una cuestión de fondo que se manifiesta en la progresiva reducción de alumnos en la región.
Así, tal como relata José Ahumada hoy en El Diario, 41.254 escolares ocuparán su lugar en las aulas de Infantil, Primaria y Educación Especial, frente a los 53.152 que lo hicieron en 2014 en Cantabria, es decir, casi doce mil menos en una década, en una traslación de la creciente pérdida de población que nos desangra y que lleva a que solo en el presente curso falten 1.719 alumnos respecto al anterior. Estos números consideran, además, el incremento de aulas de uno y dos años, en la progresiva incorporación a la escolarización de niños de esas edades, luego el descenso real sería aún mayor.
No es la despoblación una cuestión exclusiva de nuestra región, por supuesto, ni siquiera de muchas de las comunidades autónomas españolas, sino que, como es bien sabido, afecta a buena parte de los países occidentales, frente a las 'bombas demográficas' de los menos desarrollados. Los nuevos usos sociales, con el retraso, voluntario o forzoso, de la maternidad, la precariedad y baja calidad de muchos nuevos empleos y los problemas de acceso a la vivienda son algunas de las causas que demógrafos y sociólogos han señalado repetidamente en los orígenes del problema.
Y lejos de amainar, la situación se agrava año a año, consolida la imposibilidad de una renovación generacional y avanza en la ejecución del círculo pernicioso del estancamiento poblacional: tras la caída de los nacimientos y alumnos en los primeros años educativos, sigue la de las enseñanzas medias y universitarias y la posterior escasez de profesionales, con menos pagadores de impuestos para mantener a una sociedad más envejecida, que requiere a su vez más recursos en sanidad y pensiones. Un equilibrio difícil de sostener que expone uno de los problemas que los Gobiernos han de afrontar pero cuyo abordaje necesita políticas a largo plazo, que se definan y mantengan más allá de la duración de una legislatura y que contribuyan a frenar la sangría de la natalidad.
Paradójicamente –sirva también como ejemplo de la dificultad que la materia presenta–, el desarrollo económico, considerado como una de las causas del cambio de mentalidad que retrasa o frena la maternidad, forma también parte de la solución al favorecer la emancipación o proyectos de vida que incluyan la descendencia, así como la atracción de inmigración para sustituir las carencias de mano de obra.
La caída demográfica, a la que los responsables públicos han tardado en hacer frente precisamente porque sus efectos negativos no son inmediatos, y aún hoy, ya presentes estos en plenitud, siguen sin afrontar con suficiente energía, es un asunto crucial para una sociedad. En todo caso, el efecto concreto del descenso de escolares y, por tanto, el incremento de los ratios de profesores por alumno, debe redundar en una mejora de la atención y de la calidad de la enseñanza, otra de las cuestiones nucleares, aún más si cabe que la poblacional, de cualquier grupo social y que repercute de forma directa en su futuro.
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Ana del Castillo
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