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El Gobierno de Pedro Sánchez ha satisfecho una exigencia de Junts al publicar datos que permiten calcular las balanzas fiscales; es decir, la diferencia entre lo que cada comunidad aporta y recibe del Estado. Una operación de extrema complejidad, si se desea actuar con el ... máximo rigor, por las dificultades técnicas que plantea regionalizar con exactitud todo el gasto de la Administración central y por la enorme cantidad de variables que es preciso tener en cuenta. Además, no solo es que no exista una metodología oficial para determinar los saldos, sino que los distintos modelos que conviven arrojan resultados muy dispares entre sí. El Ministerio de Hacienda ha facilitado el material en bruto, cuyo uso con criterios propios por parte de cada Ejecutivo autonómico, poniendo el foco donde más le interesa, se presta a alimentar agravios territoriales y a abrir una disputa que enrarezca aún más el ya sobrecalentado clima político.
La propuesta del partido de Carles Puigdemont no es inocente: con ella aspira a presentar a Cataluña como víctima de una supuesta discriminación histórica –desmentida por múltiples indicadores– para sustentar su reivindicación de un sistema fiscal singular por el que la Generalitat recaude y gestione todos los impuestos. Un remedo del Concierto Económico vasco, al que Jordi Pujol renunció expresamente en la Transición, con la particularidad de que carece de sustento legal e incidiría de forma inevitable sobre la financiación de las demás comunidades. Ellas tendrían que asumir los beneficios que Cataluña obtuviese con ese nuevo modelo. Sin olvidar que los impuestos no los pagan los territorios sino los ciudadanos residentes en ellos y las empresas en función de sus rentas y actividad –es lógico, por tanto, que los territorios más ricos aporten más al bien común–, ni soslayar tampoco el principio de solidaridad que debe regir en cualquier país.
La financiación autonómica necesita una reforma a fondo. Los contradictorios intereses de las comunidades, incluidas las de un mismo signo político, impiden un acuerdo. El Ejecutivo se resiste a la soberanía tributaria exigida por Junts y ERC al considerarla inviable. Vistos los precedentes de la amnistía y otros, la cuestión es si mantendrá esa postura cuando los independentistas, que la habían puesto sobre la mesa de cara a la negociación de los aplazados Presupuestos de este año, vuelvan a hacerlo en un momento clave de una legislatura tan inestable.
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