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En vísperas del comienzo del verano, el sector turístico ve con optimismo el inicio de la temporada alta. La ocupación prevista en estos momentos para ... junio, julio y agosto ronda el 70%, un muy buen dato, que irá incrementándose a medida que se acerquen los meses de mayor afluencia. Esta cifra se suma al ascenso ya constatado en la primera parte del año, en una progresiva desestacionalización que va consolidándose y fortaleciendo a un sector que es, en estos momentos, uno de los motores de la economía regional.
Son buenas noticias, sin ambages, que representan cierta culminación de una expectativa pretendida desde hace décadas y que en estos momentos alcanza un nivel destacado –más del 10% del PIB regional y el 11% del empleo– con la pretensión de que llegue a cotas aún mayores. Los nuevos destinos culturales, el buen tiempo que a su vez es refugio ante las olas de calor, la mejora de la oferta y de las infraestructuras de comunicaciones se añaden a las bondades paisajísticas, gastronómicas y de toda índole que ya hacían de la región un lugar apetecible para los visitantes.
Dicho esto, es conveniente también, con mentalidad a medio y largo plazo, sopesar los riesgos y los problemas que comporta cualquier incremento de actividad. La masificación aún no ha llegado a la región, aunque determinados entornos en algunos momentos álgidos de la temporada registren afluencias intensivas. Por eso es muy conveniente no bajar la guardia para detectar estas situaciones y, en su caso, aplicar medidas regulatorias.
El interés por Cantabria ha hecho de la región un lugar apetecible para el negocio de los pisos turísticos, como ocurre en tantos otros destinos del mundo. Unido al auge de las segundas viviendas, está provocando un empuje al alza de los precios que convierte el acceso a la compra y al alquiler residencial en algo prohibitivo. Además, buena parte de estos alojamientos están sin registrar, por lo que los datos de afluencia no son un retrato fidedigno de la realidad, una dificultad añadida para programar la seguridad, la atención sanitaria y los suministros de agua o energía, por poner algunos ejemplos. Su exceso también puede provocar problemas de convivencia. En todo caso, el alquiler vacacional reglado y en condiciones de igualdad con el resto de agentes es una fuente de ingresos para empresas o familias que no debe desdeñarse.
La escasez de personal es otra de las dificultades, bien porque impide aumentar los servicios, bien porque hace que se atiendan de forma insuficiente, con la consiguiente merma de la calidad. La formación en actividades relacionadas con el turismo es abundante en la región, y los salarios, por la simple regla de la oferta y la demanda, son por lo general aceptables. Falta quizá insistir en prestigiar la actividad para hacerla más atractiva.
El turismo, como está ocurriendo en todas las áreas de la economía, está sufriendo un notorio cambio fruto de los requerimientos sociales, de la revolución digital y del incremento de las temperaturas. Los actores que han ido incorporándose al mercado y los procesos de desintermediación han alterado numerosas reglas e introducido nuevos usos, en una dinámica a la que los agentes tradicionales van adaptándose a ritmos dispares. El proceso no se detendrá, con más demandas de la sociedad y en el que tecnologías como la inteligencia artificial están llamadas a tener gran protagonismo, pero en el que el trato personal y la pretensión de mantener altas exigencias de calidad seguirán siendo insustituibles.
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Ana del Castillo
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